Zulema WILLINER « Tita »
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Había nacido en Humberto Primo, Provincia de Santa Fe, un 29 de marzo de 1950, era hija del matrimonio formado por Celestino y Angela Williner y tenía dos hermanos, Nenucha (Ma Teresita) la hermana mayor y Abelardo, su mellizo. “La fragilidad y la fuerza fueron rasgos que la distinguían. Su mirada brillante de ojos claros, inmensos, parecía penetrar la realidad y aclararla. Tita era una lúcida estudiante de Historia, participó en los comienzos del MEUC y de Montoneros. Su imagen era la de una joven bonita y delicada, que se mostraba firme por fuera por- que en realidad era pura sensibilidad y afecto, sabía que, como decía el Che, había que endurecerse sin perder la ternura. La última vez que la vi ya había pasado por la tortura sin que escapara de su boca un solo nombre, un lugar, una referencia. Eso la dejó como un baluarte de resistencia entre los compañeros. Pero su mirada se había endurecido un poco, estaba como a la defensiva, porque asumirla violencia por amor al prójimo fue para nuestra generación el acto más contradictorio que nos marcó y nos cambió para siempre.
En el último encuentro, cuando nos abrazamos despidiéndonos, volvió a ser la chica frágil de dos años antes. En esos tiempos dos años parecían diez. No volví a verla. Supe que tuvo responsabilidades mayores en la organización y un día la acribillaron, ella no se entregaría, de eso estaba segura. Su recuerdo intacto quedó como alguien que puso toda su belleza, inteligencia y su capacidad de amar por el bien común.”
Este es el recuerdo de una amiga, compañera de facultad y militante como ella, en su relato es evidente la admiración por esta chica, pequeña, delgada, físicamente frágil, cuyos ojos vivaces, grandes e inquietos nos interrogaban y cuestionaban permanentemente. Como alumna se la recuerda inteligente, estudiosa, exigente, líder de sus compañeros. Participó activamente en el movimiento estudiantil que culminó con la huelga de hambre que los estudiantes de la Facultad de Historia de la Universidad Católica realizaron en 1970. Tita era conciente de que no sólo estaban cuestionando la solvencia intelectual de algunos docentes o defendiendo la necesidad de actualizar planes de estudio obsoletos, sino que tenía muy en claro que lo que en realidad se discutía, era un proyecto de país y de sociedad diferentes, cuya concreción requería de la formación de profesionales altamente capacitados que pudieran poner la educación al servicio de los intereses nacionales.
Poco tiempo después, entendiendo que con la militancia y las reivindicaciones estudiantiles no alcanzaba se integra al grupo con el que se inicia el movimiento de Montoneros en la UCSF.
Su hermano recuerda que en esos años, hacia el 68, ella formaba parte de un grupo parroquial “de la Iglesia Sta. Teresita, donde ejercía como Párroco el padre Zanello. Allí, entre muchos otros cumpas estaba la Flaca Manzo, (desaparecida por la dictadura). En una reunión parroquial, Tita, pidió al grupo más acción, compromiso y definición para seguir adelante en apoyo a grupos marginales y villas miserias, al no tener eco su propuesta, las dos se retiraron del grupo.”
Es que ella, cómo lúcida estudiante de historia de raíz cristiana de los 70, entendía que la superación de los problemas de nuestro pueblo sólo podría lograrse mediante la liberación nacional y social. Toda acción que no tuviera estos objetivos aparecía como inútil. Era una gran lectora, entre sus textos preferidos se encontraban, Fanon, Perón, Cooke, el Ché, por lo tanto adhería a la teoría de la dependencia, argentina —afirmaba- parte del 3er mundo y por tanto país periférico, sólo tendría salida a través de un proceso revolucionario que debía ser protagonizado por el pueblo peronista.
“En octubre de 1970 se casa con Alcides Godano y se fueron a vivir sobre Aristóbulo del Valle al 4600, ya en esa época nos veíamos poco y eso que solo vivíamos a dos cuadras. Normalmente cuando iba a visitarla la encontraba estudiando junto a su perra Titina, tomábamos unos mates y hablábamos de cosas cotidianas, a decir verdad de política, nada, tal vez haya sido su forma de protegernos, cuando menos sabíamos mejor.”
En 1972, durante un conflicto municipal particularmente duro, el grupo de militantes del que Tita y su esposo formaban parte intenta una acción en la quinta que entonces poseía en San José del Rincón, el Dr. Puccio, intendente de Santa Fe. En esa acción resulta muerto un compañero, el estudiante boliviano Oscar Aguirre Haus, pocos días después son detenidos Tita, su esposo y varios compañeros más. Ella es alojada en la brigada de investigaciones donde fue duramente torturada y posteriormente es trasladada a Devoto.
El hermano dice:
“La primera vez que pude verla en el pabellón 6 me largué a llorar como un loco, inmediata- mente recibí de su parte una fuerte reprimenda. La segunda vez, la habían nombrado responsable del pabellón de mujeres. La tercera vez me pidió que le cantara una canción de Sandro. Más tarde la trasladan a Trelew, ahí no pude viajar por problemas económicos, pero sí fue- ron mi padre y mi hermana. Al poco tiempo de la masacre de Trelew, los volvieron a llevar a Devoto, las condiciones para los familiares seguían siendo vejatorias, pero todos aguantábamos bajo el sol, la lluvia, el frío o el calor, lográbamos poder verlos. Ya se empezaba hablar del Tío Cámpora, las visitas se volvieron de pronto de lo más cordiales, casi que nos convidaban con masas finas. Los chicos ya salían y salieron nomás, eran los héroes nacionales, los gestores de la democracia, el del Perón vuelve.
Tita tarda como 5 días en volver a casa, reuniones previas se lo habían impedido, pero llegó. La notaba nerviosa y preocupada a pesar de haber recuperado la libertad.
En Santa Fe, los presos políticos fueron recibidos en “un acto público en la sede del PJ por el vicegobernador Cuello y aclamados como héroes nacionales, de ahí nos trasladamos al club República del Oeste, donde se realizó un asado popular de unas 6000 personas. Habló entre otros el "tragaplomo Oberlín” y Tita me dijo: “mañana nos salen a matar a todos”. No la vi por 2 o 3 días, cuando la volví a verme dijo, me voy a Rosario quedate tranquilo que las citas te las hago yo. El ambiente se iba poniendo cada vez más pesado...”
“Entre el 73 y parte del 75 nos veíamos cada 15 o 20 días. Ya en el 75 la vi por última vez alrededor del 10 de setiembre y ahí me dijo: “a lo mejor me voy a Perú y tal vez no nos veamos por dos años”. En agosto había nacido nuestra primera sobrina Jorgelina, hija de nuestra hermana Nenucha. En septiembre decide viajar a Santa Fe para conocer a su sobrina. Hicimos una cita para el 27 de setiembre, nunca pudo ser. El 25 de septiembre de 1975, recibimos un llamado telefónico, nos decían que a Tita la habían matado. Al otro día viajé muy temprano a Rosario con mamá, a las 8 de la mañana entré a la morgue a reconocerla. Era ella. Sacarla de ahí fue una pesadilla por las amenazas y vejámenes de los milicos. Me la dieron a las 7 de la tarde, cuando salimos con la morguera de la cochería, había 3 cuadras de compañeros con pañuelos blancos cantado el Himno Nacional, así fue despedida como se merecía una comandante, con el grito de su pueblo y así se fue, amando a su familia y luchando por sus ideales.”
Su memoria es recordada en una placa colectiva colocada en la UCSF y en el Espacio de Memoria Rafaela