Víctor Hugo IRIBARREN « Goyo »
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Evocar al Goyo es convocar su risa amplia, sus ojos claros, su mirada penetrante y atenta, su expresión de persona decidida por donde se cuela sin embargo la calidez y la ternura. Cordobés nacido en Ucacha y crecido en Isla Verde, de familia de vascos acostumbrados a trajinar en las pesadas tareas del tambo, llega a Santa Fe con su título de maestro bajo el brazo para estudiar en la facultad de Ingeniería Química, donde comienza su práctica política en el peronismo estudiantil, militancia que ya no abandonará. Lo incorporamos a nuestra familia como novio de mi hermana Alejandra y rápidamente obtiene en ella su propio espacio, conquistado con su personalidad sencilla, su carácter afable y su indiscutible condición de buena persona.
Aprende el oficio de serigrafista, emprendimiento con el que se gana la vida, y, poco tiempo después de su casamiento, en 1972, ambos son detenidos y retenidos en diferentes cárceles. Paradojalmente, mi conocimiento de Goyo a partir de entonces se profundiza y el afecto crece a la par. Las largas visitas a la cárcel de Coronda, permitidas en aquél primer año de la dictadura de Lanusse, enmarcaron el tiempo en el que nos transmite y explicita el proyecto de vida elegido, en cuya viabilidad confiaba fuertemente. La solidaridad de los compañeros y los familiares hacía de aquél patio de visitas un lugar extrañamente acogedor. Recuerdo aún hoy con admiración la serenidad con la que enfrentaba su encierro, utilizando, cuando la ocasión lo permitía, el ingenio y la creatividad para procurar que aún la cárcel fuera un espacio de lucha, lográndolo a veces con sorprendentes “piezas literarias” elaboradas en la imprenta del penal en que trabajaba. Fue para mí un tiempo de asombro y aprendizaje que duró hasta su traslado a la distante cárcel de Rawson, donde las condiciones de detención y comunicación se endurecieron radicalmente. Retornada temporariamente la democracia y disuelta su pareja con mi hermana, sólo volvimos a vernos unas pocas veces, pero siempre con renovado afecto. La noticia de su muerte en Formosa fue un duro golpe y el anticipo de los tiempos aciagos de la dictadura por venir. Su entrega desinteresada a la construcción de una sociedad más justa, sin explotadores ni explotados, la firmeza de sus convicciones y su temple en la prosecución del camino emprendido son parte del ejemplo que nos ha dejado, por el que siempre lo recordaremos. Recuperar para suelo amigo sus restos seguramente arrojados a alguna fosa común, es una deuda que aún no hemos saldado.
/ Clarisa Niklison
“Goyo” fue parte del primer grupo de militantes de Ateneo que decidió trascender la militancia universitaria tomando una opción política, crearon el “Movimiento Peronista de Liberación” (nombre importante para un grupo en ciernes) junto a Coty, el Flaco, Fredy Ernst y Carlos Legaz. Luego seguiría la formación de la agrupación Peronismo de Base y progresivamente la formación de Montoneros en Santa Fe.
Su memoria es recordada por una placa colectiva colocada en el Octógono de la Facultad de Ingeniería Química de Santa Fe en 1996.