María Virginia MOLINAS

Hizo su escuela secundaria en el Colegio del Calvario, siendo dirigente del MAS y luego de la UES. Al finalizar fue a estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Rosario, donde militaba en la JUP.

Intentaron secuestrarla el 7 de diciembre de 1976, en las calles Amenábar y Paraguay, de Rosario. No se dejó agarrar con vida y llegó muerta al campo de concentración. María me dijo una vez: «Hay gente de sesenta años que no sabe para que vive ni por qué».

Pese a ser tan jóvenes y que más de una vez sentí con angustia de hermana mayor, madre, no poderlos proteger, no contenerlos en momentos límites, me hacían ver a dos seres humanos «elegidos» para protagonizar el camino liberador. María en un cumpleaños mío en momentos difíciles y riesgosos se las ingeniaba para hacerme llegar una flor dibujada con un feliz cumpleaños y un «te quiero mucho».

Tanto ella como Publio y mis otros hermanos se daban un tiempo, de cinco minutos tal vez, pero sólo La última cita programada con María, ya la habían matado, pero igual fui al lugar donde debíamos encontrarnos y bajo la lluvia, había un vendedor de flores que nunca había estado en citas anteriores, al luchadora. En los momentos límites manifestaba su coraje indestructible.»

/ Haydee

La familia Molinas

Nacidos todos en la ciudad de Santa Fe, en una familia constituida por once hermanos. Mis padres; un matrimonio de clase media, de militancia cristiana muy activa. Por ello a pesar de lo numeroso del grupo que conformaba la casa, fuimos formados en valores de mucho respeto por el otro y, solidaridad entre todos. Fue una casa abierta al compañerismo, la amistad y la necesidad del prójimo. Y cuando digo una casa abierta, lo refiero a lo concreto como al espíritu que allí se vivía. Fue casa de muchos amigos, conocidos, y necesitados. El estudio, los cumpleaños, fechas especiales, o el ritual mismo de la amistad fue excusa siempre para que la casa albergara gente. En realidad cuando pienso en mi casa paterna, las imágenes y recuerdos de mis hermanos siempre están acompañados de imágenes y recuerdos de una lista muy grande de compañeros y amigos realmente irremplazables.

Fuimos once hermanos, de una familia también numerosa en parientes, y como tal confluían en ella distintas expresiones políticas santafecinas, lo que motivó siempre una movilidad muy rica en ese sentido.

Pese a que hasta el día de hoy los extraño a los cinco: Alberto, Pancho, Carlos, Publio y María, en cada grito de justicia, de entrega incondicional, de alegría compartida están y estarán vivos como así también mis amigos hermanos Punci, Negro, Gringo, Pelado, Dani, Raquel, Cati, Fernando, Rosita, Raúl, Graciela, Analía, Colorada, María Guadalupe... y la mayoría de una generación en la que me siento orgullosa pertenecer. Se podrán decir muchas cosas de los que ya no están, pero les puedo asegurar que: la coherencia en lo que sentían y hacían, la práctica de los valores que vivían cotidianamente, la amistad sin intereses mezquinos, el procurar para el otro lo mismo que procuraban para ellos, la entrega de un amor profundo, comprometido sin ningún indicio de mezquindad, la fe incondicional en un mundo mejor para todos, la generosidad, y el compartir en las pequeñas y grandes cosas, la alegría, la risa y el festejo con el mate. El canto y la guitarra son la esencia, la profundidad del sentido de la vida que protagonizaron y protagonizarán eternamente. El individualismo, el “sálvese quien pueda”, la traición, la ambición de poder NO pudieron ni podrán con ELLOS”

/ Haydee

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