Fernando FLOREZ
Última actualización
Última actualización
Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Fernando es mi hermano mayor. Nació en Santa fe el 5 de enero de 1952. Compartimos una familia integrada por tres hermanos varones, hijos de padres muy creyentes que nos educaron en el marco de la Fe. Asistimos los tres al Colegio de la Inmaculada Concepción, cercano a nuestra casa de la infancia. Esto nos marcó mucho, y es allí donde Fernando se encontró con gente que supo darle a la vida un sentido profundo y fue donde descubrió un Jesús verdadero en sus hermanos más cercanos. Todo mi recuerdo sobre él va a ser desde mi visión familiar.
Las imágenes de los años '60, en mi infancia, me llevan a la quinta de los abuelos en Río Grande, Sauce Viejo, donde transcurrieron inolvidables veranos en familia junto al río. También están presentes los «asaltos» en la terraza de casa, las guitarreadas con amigos, los viajes al Mascardi, con el colegio, el Colón del '65 y tantos otros recuerdos de aquella edad feliz donde Fernando compartió con hermanos, primos y amigos sus ganas de vivir y crecer.
Fue excelente estudiante, de una inteligencia sin límites que se destacaba en cualquier disciplina en la que se encaminaba, pasando por las artes, la natación o la guitarra. Se recibió de bachiller en Inmaculada en el año 1969, siendo abanderado de su promoción y merecedor de la medalla de oro que se entregaba al alumno destacado por sus méritos; ya en aquel entonces decidió donar simbólicamente el valor de ese premio para ser aplicado a la beca de un alumno del colegio, y como dice el diploma prefirió «el ser al tener», frase que siempre aplicó en toda su vida.
En los años del colegio sus amistades fueron compañeros que ejercieron un compromiso por lo social. Muchos son los nombres que vienen a mi memoria, y muchos son también los que ya no están, que -como Fernando- dieron la vida por un ideal; y que disfrutaron una amistad de jóvenes comprometidos con la realidad de la época. Fue alumno de la promoción '69, junto al «Negro» Puch y Daniel Ciuffo, vivió con otros compañeros, entre ellos el «Pelado» Costa, también de la Inmaculada, que murió al detonar un explosivo en su casa. Fernando estuvo detenido dos días y salió.
En su adolescencia estuvo muy cerca del sacerdote Osvaldo Catena, con el cual comenzó su trabajo en los barrios. Mis padres, muy allegados a muchos curas que en aquellos años acentuaban el compromiso del hombre con lo social, iban viendo cómo su hijo se comprometía en un trabajo por los más necesitados. Su inclinación por la carrera de medicina siempre la sintió como una profesión para ayudar a los más desprotegidos.
Mis padres eran muy creyentes, siempre estuvieron vinculados con el proceso en que la Argentina iba cambiando. Ellos trabajaban mucho dentro de la Iglesia en un ambiente de trabajo social, no de pacatería, estuvieron en varias parroquias cerca de Catena, de Trucco, se acercaron a una Iglesia bastante renovadora, estuvieron cerca de los curas del Tercer Mundo. Se preguntaron siempre si no habían sido ellos los que «pusieron la semilla» en Fernando. A medida que iba creciendo tuvieron encontronazos, porque era más rebelde y frontal en sus ideas. Pero lo suyo era inevitable, porque era un tipo muy generoso, muy lúcido y era imposible que no participara en la vida política del momento para modificar una realidad inaceptable.
Cuando su vocación se definió y comenzó la carrera universitaria, Medicina en Córdoba, también tenía definida una clara posición política, en donde los valores estaban cargados de un idealismo auténtico. En ese terreno mi familia no participó, aunque sí veíamos con temor los riesgos a los que se exponía, con una mezcla de valentía y convicciones absolutas, «... en la arena del circo los cristianos no renunciaron a Jesús aún sabiendo que los romanos abrirían las puertas a los leones», fue una frase suya ante un pedido de mi padre que temía por su vida, frase que lo pinta de cuerpo entero.
En los años '70 llegó a su vida María Raquel, una adolescente llena de alegría dueña de una sonrisa inolvidable, con la que formó pareja inseparable. Ella dejó la carrera de psicología en Rosario para radicarse en Córdoba junto a él, a pesar de tener grandes peleas con sus padres. Ella y su hermano Carlos se jugaron y tuvieron una vida muy arriesgada. Fernando y María Raquel estuvieron cuatro años de novios y se casaron cuando ya vivían en Córdoba. Alrededor de enero de 1974, Catena los uniría en matrimonio.
Siempre los recordaré en Córdoba, como estudiantes universitarios y también militantes de grupos políticos preocupados por las injusticias de nuestro país. Desde allá siempre llegaba la carta afectuosa, la llamada a sus padres o hermanos con el interés por transmitirnos una sensación de tranquilidad y confianza.
En abril de 1976, a los 24 años, Fernando, terminó la carrera de medicina. La dictadura se instalaba en el país y comenzaba una triste etapa de la historia argentina. Me despedí de él por última vez en Rosario, nos encontramos junto a mis padres el 15 de agosto del '76. Yo estaba allá y ese día era mi cumpleaños. Él siempre con una sonrisa, siempre dispuesto a escuchar. No hubo fotos. Eran tiempos difíciles.
Ese mismo día volvió a Córdoba junto a Raquelita; y juntos dos días después, en su casa, fueron asesinados. Era el 17 de agosto de 1976, tenía 24 años de edad. Un atroz operativo militar quiso silenciarlo, junto a toda una generación que apostaba por un mundo mejor.
Una prima en Buenos Aires escuchó la noticia de un allanamiento en Córdoba, reconoció el nombre de la calle y llamó a nuestros viejos. Flores y Laluf fueron inmediatamente y lograron que les entregasen los cuerpos por un contacto especial que consiguieron. Volvieron los dos padres con los dos cuerpos, que hoy están juntos en la bóveda familiar.
Ellos habían comprado una casita que fue demolida en el operativo militar. Luego rompieron y robaron todo lo que había. Los viejos trataron de recuperar lo recuperable, vendieron la casita e hicieron una donación a Cristo Obrero, donde Fernando estuvo muchos años trabajando junto a Catena. Inolvidable el coraje de Don Carlos Laluf y de mi padre, Anselmo, para rescatar a sus hijos en un escenario cargado de dolor y muerte; también es para ellos mi recuerdo y mi reconocimiento permanente.
Querido Fernando: verdadero hermano, gracias por tu generosidad, gracias por tu grandeza y hasta siempre. / "Quique" (Enrique), hermano menor
Palabras de Fernando al asumir como Abanderado del Colegio de la Inmaculada, con 17 años
“Me enorgullece asumir la responsabilidad que hoy confía el colegio en mí. Creo que el compromiso que adquiero lo sabré llevar, acompañado por el aliento que me pueden brindar las autoridades y compañeros de esta comunidad.
Personalmente trataré de ser fiel reflejo de lo que el colegio espera de cada uno de nosotros. ¿Qué desea el colegio de nosotros?
Pienso que quiero que seamos auténticos cristianos. Es fácil expresar estos términos, pero ¿Cómo lograrlo?
Requiere sinceridad consigo mismo y con los demás, un verdadero compromiso con la realidad que estamos viviendo y una esmerada dedicación a la meta que queremos alcanzar, romper con todo lo fácil, lo superficial, lo cómodo en nuestra vida y despertar a lo más profundo de nuestro ser personal, a nosotros mismos y a nuestros hermanos.
Debemos tener espíritu de cambio, ya que vivimos en un mundo que debe transformarse profundamente en sus estructuras sociales. Tenemos que ser reflexivos y concientizarnos de los problemas, vivirlos en carne propia, sentirlos, solucionarlos en la medida que nos sea posible.
Entreguémonos a esta sociedad con amor y voluntad para lograr que cada día desaparezca la injusticia en ella. Cuestionémonos acerca de todo esto, si le da sentido a nuestra vida.
Vivamos el presente de nuestra propia realidad. Recuerdo que el año pasado, al recibir la bandera, aseguré con vehemente entusiasmo, que lograríamos, salvando todas las dificultades, llegar a ser los jóvenes que nuestro Colegio sueña que seamos, es decir:
Jóvenes que vibremos intensamente con altos ideales, siempre que éstos sean sinceros, persigan una causa justa y noble, y lleven de base el amor que emana del espíritu evangélico. Jóvenes que, comprometidos sincera y personalmente con nuestros ideales, con entusiasmo y tesón a su conquista, hasta las últimas consecuencias.
Jóvenes convencidos que nuestro interés y colaboración son decisivos para el nivel de eficacia que el Colegio quiere alcanzar en el plano educativo.
Jóvenes, en fin, que escuchemos y aceptemos el llamado a más elevadas realizaciones personales y sociales, que rechacemos de plano la mediocridad y egoísmo estériles, el ventajismo interesado y todo lo que envejece prematuramente a nuestra juventud, que está llamada a cambiar el rumbo del mundo.
Jóvenes que seamos capaces de asumir una actitud dinámica y de constante renovación, para responder evangélicamente, con espíritu sincero y generoso, dejando de lado la comodidad personal, a las necesidades del momento presente.
Jóvenes capaces de desarrollar un sincero sentido de responsabilidad personal, y una actitud de profunda sensibilidad social, como encarnación viva de la actitud de la Iglesia.
Jóvenes capaces de grabar hondamente en nuestros corazones, la necesidad de asumir un compromiso para siempre, fieles al llamado de Cristo a la entrega generosa, sin desmayos.
(...)
Tuvimos posibilidad de adquirir una mayor sensibilidad social, encauzada hacia la construcción de una sociedad en la que el pueblo sea integrado con todos sus derechos de igualdad y libertad, no solo políticos, sino también económicos, culturales y religiosos.
Se nos ha brindado, en fin, la posibilidad de asumir el espíritu Ignaciano, para lograr un desligamiento afectivo de aquellas obras que se juzgue deben ser dejadas, aunque sean antiguas y provechosas, para emprender otras nuevas y tal vez más difíciles.
Esta última frase, que no es mía, sino del Padre General de la Compañía extracta en sí, algo que fue casi obsesión en San Ignacio, y que aparece en casi todas las constituciones que dejó para sus hijos: Nos insta, en definitiva, a asumir la necesidad de adecuarnos a los tiempos y lugares.“