Silvina URTEAGA
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Silvina Ofelia Urteaga fue asesinada en Rosario en octubre de 1976 junto a su compañero Delio Domingo Ayuso, cuando se dirigían en moto a la zona fabril para hacer una volanteada. En un cruce de calles se encuentran con un control policial e intentan eludirlo, pero son perseguidos a tiros, ella es alcanzada y atravesada por tres disparos en la espalda. Por su pequeña contextura física se cree que los mismos dan en su compañero que cae muerto, y capturada es llevada con vida y tras un día de interrogatorios y tormentos muere. Hablaron de un “enfrentamiento”, no lo fue.
Mi hermana Silvina, «La Flaca», había nacido en Santa Fe, el 28 de junio de 1956. Durante la infancia, nuestra familia vivía por calle República de Siria al 3700, frente a un depósito ferroviario y al Molino que funcionaba en aquellas épocas. Era un magnífico lugar para nuestros juegos, como testimonio quedan hermosas fotografías hechas por nuestro padre. En el Jardín de Infantes empezó a asistir a la Alianza Francesa, y siempre participó de talleres de arte y fotografía. Era la que más se parecía a nuestro padre en sus gustos y aspiraciones, él es fotógrafo y director de cine, fue el primer egresado del Instituto de Cine de Santa Fe, muy reconocido por sus trabajos y emprendimientos.
Desavenencias familiares hacen que papá se vaya a vivir a Chile. «La Flaca» continúa la primaria en la Escuela Urquiza, finalizando este ciclo había que definir el nuevo abanderado, la igualdad de promedio con otro alumno hace que se sortee esa responsabilidad, la fortuna hace que ella sea la Escolta de la Bandera. Finalizado el ciclo primario ingresa a la Escuela Industrial Superior, donde cursa hasta cuarto año. Entonces, plantea que lo de ella era la medicina y que quería estudiar en Rosario. Si algo se proponía no había forma de negarse, especialmente cuando se trataba de la posibilidad de estudiar, no era muy estudiosa pero tenía capacidad de análisis suficiente para entender y comprender con facilidad lo que estudiaba. Su gran responsabilidad había hecho que mamá le diera la facultad de administrar desde sus asistencias hasta las notas, ella firmaba su propia libreta. Nunca se llevó materias a rendir, y entre agosto y diciembre de 1973 rindió libre los dos años que le faltaban para finalizar el ciclo secundario en la Escuela Almirante Brown. Ingresa a la Facultad de Medicina con tan sólo 17 años.
Ya cuando Silvina era estudiante de medicina, un profesor amigo de nuestra madre le escribe comentando que en sus 20 años de docencia, jamás había asistido a un examen tan excelente como el que había dado su hija, el examen había durado más de dos horas.
Para esa época nuestro padre, al haberse producido en Chile el golpe contra el gobierno constitucional de Salvador Allende, regresa al país. Pero sus ideas socialistas más los trabajos realizados no encajaban en la realidad política que se vivía, y se ve forzado a viajar a Europa.
Silvina, siempre tuvo una fuerte inclinación por el arte, le gustaba la literatura. Apasionada por la lectura, pasaba largos momentos leyendo. En la época de sus primeros años de secundario, la Municipalidad de Santa Fe organizaba concursos literarios en las escuelas, ella ganó el primer premio estando cuando cursaba 1er. y 2do. año del Industrial.
En su adolescencia, en la Escuela Industrial se acercó al centro de estudiantes con alguna participación política, pero es en Rosario donde se concreta firmemente su incorporación al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores).
De grandes afectos familiares, su madre, su hermano y en especial su abuela, por la que profesaba un particular aprecio, eran la fuerza en la que enmarcaba sus proyectos de vida. A mediados de 1976 vino a Santa Fe para charlar con la familia sobre su situación y las contingencias que se podrían producir por su militancia política en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). En ese momento la represión golpeaba con todas sus fuerzas y en Rosario los asesinatos y secuestros eran continuos. Todas las voces familiares intentaron convencerla para que hiciera un alto en su militancia y que abandonara el país. Pero su decisión y su entrega al proyecto político encarado sería irreversible, no hubo forma de convencerla de cambiar de actitud, el abuelo, yo, nuestro padre desde Europa, en fin todos, apelamos a los sentimientos: ¡te van matar! -le decíamos-, pero fracasamos en nuestros intentos. Volvió a Rosario y ya no volvimos a verla más con vida.
Ella era mi hermana mayor, fuimos dos hermanos muy unidos, cuando niños ella tenía mucho miedo a la muerte que, no sé por qué, asociaba a los insectos. No recuerdo que entre nosotros se hubieran dado las clásicas peleas infantiles, pero correrla con una cucaracha era terrible, muchas noches despertaba o no podía dormir de miedo y entonces se pasaba a mi cama, o llamaba «Gordo, vení, tengo miedo». Ya adolescentes, y aunque ella se fuera pronto de nuestra casa, seguimos sintiéndonos muy cercanos, su muerte me dejó muy solo.
El recuerdo de una docente
A los 5 años Silvina era una chiquilla vivaz y encantadora, la integrante más pequeña del grupo «El Pincel Mágico». «En 1961 a través de su Comisión de Cine Infantil, Cine Club Santa Fe llevó a cabo un trabajo experimental que quiso ser una respuesta a la necesidad de un cine para niños; un cine que no distorsionara su mente; que no deformara su lenguaje, que desarrollara su imaginación; que correspondiera a su sensibilidad, a su emotividad, a su nivel intelectual.»
Desde muy temprano manifestaba sensibilidad y talento artístico, con cinco años era la autora del cuento: «Dos palomitas en su campanario», que fue uno de los trabajados por el grupo de niños. Además, ya demostraba capacidad para integrarse en el trabajo comunitario... a nadie extrañaba ya ver trabajar juntas, espontáneamente, en un mural colectivo a Emilia, de 12 Ana de 7, Memé de 6, y Silvina de 5...»
Pasado el tiempo, volví a encontrarla como alumna de la ElS. Era una adolescente inteligente, hermosa, buena alumna, con aires de mujer superada, actitud rebelde y cierta postura política, que se me rebelaba en su rechazo por los textos de Borges, considerado por los alumnos, un autor representativo del pensamiento conservador. También en esta época, participó en concursos literarios organizados por la Municipalidad de Santa Fe para alumnos secundarios.
/ Zunilda, Profesora de Literatura
Bajo la dirección de Víctor Iturralde Rúa, especialmente contratado, se ha comenzado a trabajar... Los pequeños, orientados por personal especialízado, escuchan y narran cuentos apropiados, que luego ilustran en trozos de películas... así van tomando conciencia de valores estéticos y componiendo narraciones... »
(10/09/1961. Fragmento de artículo periodístico. En: Diario «El Litoral»)
El recuerdo de sus compañeros
«Ingresamos juntos a la Escuela Industrial Superior en 1969. Tras un duro examen, quedamos distribuidos en 6 cursos de 30 alumnos. Ella estaba en otra división.
En el «F» estábamos algunos chicos muy niños (entré con 12 años) mezclados con otros mas aplomados de 13, y algunos muy pero muy capaces en todo sentido: como H. N., Pajarito L., Bochinche Z. y otros. H. N. había salido 1* en el escalafón de ingreso, y además de ser muy inteligente, era muy maduro, bien ubicado y capaz para todas las materias. En lo personal, la cabeza y la preparación me alcanzaron para ingresar en el puesto N* 10, pero muy «tribilín».
Había seis alumnas en el curso, pero yo seguí enamorado de Carmencita, una ex compañera de grado de la escuela primaria con la cursé casi 11 años en total.
Recién fue en el 2° curso cuando me di cuenta que podía interesarme en otras compañeras (desilusionado por ese amor imposible), y por otras cualidades. Ahí fue que conocí a Silvina. En el contexto de las revueltas estudiantiles de los años 1970 /71, los adolescentes y jóvenes empezábamos a politizarnos, y el Industrial tenía una tradición de lucha, que los vecinos universitarios (que estaban casi en el mismo edificio, cruzando el patio), se encargaban de estimular. En ese tiempo, para ser buen militante había que ser buen estudiante. Y muy pocos de los más estudiosos, preparados y responsables dejaban de ir a una asamblea o se desentendían de las luchas estudiantiles y reivindicatorias. Entre ellos estaba Silvina. Pero siempre con mucha madurez, mucho aplomo y sin embanderarse abiertamente, participó como una joven comprometida desde temprana edad.
Si bien con Silvina no trabé una amistad tan estrecha como con otras chicas y muchachos, compartí por ella la admiración que ella generaba: era alta, delgada, elegante, siempre bien arreglada, sin lujos pero con buen gusto] Tenía una cabellera larguita y ensortijada, castaña; e irradiaba una alegría propia de su edad y de una vida despreocupada. Vida por la que transitó raudamente y sacrificó todo lo que le fue dado en abundancia: inteligencia, belleza, perseverancia, madurez y gran equilibrio psicológico. También recuerdo nítidamente su voz clara, un poquito grave y un raro atractivo que parecía surgir de una belleza distinta a la de las demás jóvenes que conocí. Podría haber sido una actriz dramática al estilo de Marlene Dietrich o una científica de excelencia como Madame Curie. El destino tronchó una vida muy valiosa.
Nunca supe bien si se incorporó a los 14 ó 15 años, captada por su primo, quien era nada menos que Benito Urteaga, uno de los más valiosos dirigentes del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Esto último sí lo supe tempranamente, cuando me cambié de colegio. Como me había integrado a militar activamente en las filas juveniles del PRT, quería trabajar y estudiar.
En 1970 habían ingresado a la escuela chicas muy inteligentes que venían de otros colegios privados; y Silvina Urteaga hizo el recorrido contrario, con gran audacia dejó el Industrial con el 3* año aprobado, y rindió libre en un bachillerato para terminar 4? y 5”. ¡Al año siguiente ingresó a la carrera de Medicina en la Universidad de Rosario! ¡Ídola! Para mí era como si ella hubiera ganado un campeonato mundial de natación o de ajedrez (en ese tiempo el tenis no era tan famoso). Así que yo quería hacer algo así. Lo hablamos con varios compañeros y decidimos, ya que se había terminado el Bachillerato en el Industrial, hacer algo similar a lo de Silvina, pero sin tantas pretensiones. Lo hablé en mi casa con mis padres y mi hermano mayor pero hubo una cerrada oposición. Más tarde comprendería lo mucho que influye el contexto familiar y la situación socio económica en las decisiones de los jóvenes. Tuve que esperar otro año y ahí recién pude decidir, con el respaldo de haber empezado a trabajar, mi propio camino. Con el «Flaco» F. fuimos al Nacional Nocturno, y el compañero Edgardo Ferreyra pasó al Nacional en el turno mañana.
En el Industrial seguía militando la compañera Susana Sánchez, novia del «Flaco» F., quien quedó prófuga recién en 1974, cuando allanaron su casa de barrio San Martin y detuvieron a Cesar Zerbatto, ex compañero de Ingeniería Química, y miembro del Comité Central del PRT.
En Noviembre de 1974 dejé de verlos a todos; caí en manos de la Policía Federal y fui llevado a Coronda en diciembre. ¡Pero todos ellos seguían con vida y en libertad! Menos César, que había caído antes y según parece fue asesinado meses más tarde en Campo de Mayo. Información reciente da cuenta de una hipótesis de búsqueda de compañeros de la dirigencia del PRT que estarían enterrados en ese lugar que también fue Campo de Concentración durante la Dictadura Militar de 1976.
¡Cuánto fue mi dolor al enterarme de la muerte de Silvina años más tarde, en 1976! Los datos eran confusos, pero supe que había caído en Rosario. Tiempo después, me tuve que esforzar por aguantar las malas noticias una tras otra. La compañera más cercana a nosotros era la novia del «Flaco»: Susana, desaparecida en Córdoba. Recién muchos años después, cerca de 2003, me enteré cómo fue fusilada en el campo de concentración de La Perla, en Córdoba.
El otro compañero desaparecido cuando hacía el servicio militar obligatorio fue Edgardo Ferreyra.
/ José Luis
Su memoria es recordada en una placa colectiva colocada en la Escuela Industrial Superior