Jorge NOVILLO
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
El primer pensamiento es que pudimos muy bien haber sido otros de los tantos jóvenes que aún hoy, más de 30 años después de «aquello» no saben su verdadera identidad, porque fueron apropiados por otras personas. Es por eso que vemos a nuestra madre como a quien nos salvó a mi hermana y a mí, de las garras de los buitres asesinos. Está claro que esos primeros años no los recordamos claramente, aunque siempre dejan rastros en el inconsciente de toda persona.
Cuando teníamos 7 y 6 años mamá conoció a su segundo marido y nosotros a nuestro segundo padre. Fuimos muy afortunados de encontrar a alguien tan bueno que siempre nos habló con la verdad. Nuestro abuelo el «Negro» Novillo falleció de tristeza al poco tiempo de la desaparición de su hijo mayor, Jorge Horacio. Tenemos un vago recuerdo de él, de cuando nos visitaba siendo muy chicos. Con la que pudimos compartir más momentos fue con la abuela María Juana, quien nos visitó varias veces y cuando crecimos un poco también fuimos un par de veces a pasar las vacaciones a su casa en Venado Tuerto.
Con cada viaje aumentaban las preguntas sobre nuestro Padre, a ella y a todos los familiares que visitábamos. Entonces había muchas respuestas a medias, porque todavía no estábamos preparados para toda la información que buscábamos. Es en una de esas visitas donde empezamos a tener una vaga idea de qué había sucedido con él. Estábamos cenando en la casa de un amigo de infancia de papá y comenzamos a tirarle preguntas cada vez más incisivas y detalladas, lo pusimos en una difícil situación. Sus repuestas fueron bastante abstractas y filosóficas para un par de chicos de 11 y 12 años. Él es un buen hombre y nos dijo que llegaría el día en que entenderíamos las cosas. Pobre de él, qué dura noche le hicimos pasar.
Cuando comenzábamos la adolescencia mi abuela -que fue siempre muy buena y cariñosa con nosotros- falleció, igualmente seguimos visitando a nuestra familia de Venado Tuerto. Esos viajes nos mostraban algo así como otra vida, que podía haber sido la nuestra. En una ciudad próspera, con los campos más ricos del país donde la pobreza casi no aparecía, a la vista de quien recorría el lugar. Otro mundo comparado con nuestro pueblo en Corrientes. ¿Y entonces por qué?¿Y entonces para qué? La primera reacción como adolescente fue egoísta hacia nuestro Padre, lo culpamos de no quedarse con nosotros. De haber elegido mal. De no pensar en su familia. Si sus padres tenían un buen pasar y lo mandaron a la universidad ¿para qué meterse en una lucha que no le pertenecía?
Pero poco a poco, con el paso del tiempo fue cerrando todo, y pudimos entender la historia de esos años y de cómo los jóvenes de entonces querían cambiar el país en que vivían, para que sus hijos tengan un futuro allí. Eso lo entendimos, y en realidad no fue tan difícil, pero si lo fue encontrar una explicación a la forma de esa lucha, al enfrentamiento directo con la dictadura. Es en esa etapa de búsqueda de esa explicación que viajamos con Mamá a un homenaje que se hacía en la Universidad en Santa Fé a los alumnos desaparecidos en aquel infierno. En ese momento era muy poco lo que se hablaba de los años setenta en los colegios de la Argentina.
En ese homenaje a los estudiantes de la UNL llegaron hijos de todos los lugares del país, y esas reuniones nos acercaron mucho a la forma de pensar de aquellos jóvenes militantes que como Papá participaron en las luchas de los ‘70. Eran sobre todo solidarios con los humildes, hacían trabajos sociales en las comunidades más pobres y estaban dispuestos a enfrentar a quien fuera para tener un país justo, donde la riqueza se reparta entre todos y no quede en manos de unos pocos. Nuestro padre era un hombre con valor, que daba sus discursos en el comedor universitario o en cualquier pasillo de la facultad. Imaginamos que tenía gran capacidad dialéctica y que convencía al hablar.
También era de calentarse, por eso le decían «el Leche» ya desde su Venado Tuerto natal. Era el mayor de cuatro hermanos y la figura a seguir entre sus muchos primos. Era también amante de la música y cantaba. Era un muchacho que se casó muy joven, imagino a los abuelos con la esperanza de que tener su propia familia iba a hacerlo cambiar un poco y no ir tan de frente contra la opresión del régimen. De regreso de esa reunión compramos el libro de Miguel Bonasso donde lo mencionan como uno de los detenidos de la Quinta de Funes con el seudónimo de Ignacio. Fue difícil leerlo.
En fin, el rompecabezas de nuestro pasado se fue armando para nosotros con el relato de Mamá, de sus compañeros que quedaron, de los familiares de Venado Tuerto y de a poco fuimos construyendo la imagen de eses hombre tan querido, con ideales tan claros, con una oratoria que movía a las masas, pero que por sobre todo era el hijo de María Juana y el Negro, el hermano de Chabela, Caty y Carlitos, el esposo de Gachi y el papá de María Laura y Martín. Este homenaje nos parece no solo merecido sino necesario para recordar siempre y a cada momento que Jorge Horacio Novillo, nuestro padre, fue un hombre que siguió sus convicciones hasta el final, con el único objetivo de dejarnos a nosotros sus hijos, un lugar mejor para vivir y ese es su legado. ¿Sabés qué, Viejo? ¡¡¡Lo conseguiste!!!
/ Martín y María Laura, tus hijos
Con «el Leche» (por leche hervida, era calentón) nos conocimos a los 5 años, en el Jardín de Infantes del Colegio Sagrado Corazón de Venado Tuerto, más conocido como el «colegio de los curas». -Luego, cada uno hizo el primario por su lado, y nos encontramos nuevamente iniciando el secundario en el viejo Colegio Nacional «Juan Bautista Alberdi», en la sección anexa de perito mercantil, allá por el año 1966.- Jorge era un tipo flaco, realmente flaco, con mucha capacidad intelectual, que nosotros -sus compañeros de secundaria- empezamos a admirar sobre todo en el último año. En 5º año se le despertaron dos grandes pasiones: la merceología (materia que tenía que ver con la química) y la política. -Por eso, al año siguiente (1971) se anota en la Universidad Nacional del Litoral para seguir la carrera de ingeniería química, la que cursó por poco tiempo para dedicarse enteramente a su otra gran pasión, o mejor dicho su verdadera pasión.-
Con él y algunos más cultivamos una gran amistad, que se evidenciaba en los gustos por la música y por una incipiente conciencia revolucionaria o porque ya nos empezaban a preocupar los que sufrían, los que menos tenían.- Entonces, conjugamos ambas cosas: empezamos a componer algunos temas, Jorge hacía las letras y yo le ponía la música, modestamente y de acuerdo a nuestros escasos conocimientos en la materia. La temática era denunciar la pobreza, la explotación, por eso los títulos eran «Que mundo es el nuestro», «¿Donde está el culpable?», etc.
Recuerdo haber pasado tardes enteras en la casa de los Novillo (Dorrego entre Alvear y Mitre), donde la mamá (María Juana) nos atendía de maravillas, Jorge al piano y yo con la guitarra. El también tocaba la guitarra, y así fueron saliendo algunas canciones, que finalmente vieron su luz en un recital, en el propio Colegio Nacional y luego en Villa Cañás, de donde era oriundo el rector. Hasta tuvimos una banda en ese 5º año y tocábamos temas de los Beatles, y de los Gatos. Recuerdo que al «leche» también le gustaba mucho el atletismo, sobre todo los 400 y 800 metros llanos, competíamos para bajar «records propios», pero me ganaba casi siempre: tenía las piernas más largas y flacas que yo.- El fútbol no le gustaba mucho era «maleta», distinto a mí que me apasionaba.-
Ana María, mi compañera de aquella época (y la actual), también compañera de Jorge, siempre sintió por él un gran afecto y admiración, y seguro ha tenido que ver en su inicio en la militancia dentro de la Juventud Peronista.- Así era nuestra vida en aquella época de la adolescencia, de la «estudiantina», sencilla, con el despertar de los primeros sueños por una patria mejor. Al irnos a la Universidad, él partió a Santa Fe, yo a Rosario a seguir la carrera de Ciencias Económicas, nos vimos muy poco. Asistí a su casamiento con Gachi, lo «aguantamos» un par de veces en el departamento cuando en el año 1975 empezaba a avanzar la represión. Tengo el mejor de los recuerdos y hoy sería –sin duda- uno de mis grandes amigos.-
/ Luis Carletta
Mi amistad con Jorge y la relación con toda su familia comenzó cuando me fui a estudiar a Venado Tuerto al colegio Nacional a partir de cuarto año de la secundaria. Si bien no conocía a nadie de todos mis nuevos compañeros de escuela, con Jorge la amistad se dio desde el primer momento, con su particular forma de ser, a los pocos días de estar me había integrado al seno de su familia como uno más, relación que continuó más allá de su desaparición. El Leche es para mi, un hermano, esos que la vida te entrega, era un tipo divertido, claro, inteligente y profundo, que me hizo parte de su familia ya que soy padrino de su hijo Martín, que respetó mi manera de pensar y que a pesar de su compromiso político y social nunca mezcló la amistad con su ideología. Compartimos mucho, como yo no era de Venado Tuerto viajaba conmigo a mi pueblo los fines de semana, para ir a los bailes de aquel entonces. Cuando estaba en su casa lo primero que hacía al levantarse era sentarse al piano a tocar y cantar letras del momento o canciones de «protesta» recién después se sentaba a desayunar. Jorge...amigo, compañero, hermano, lo mejor que me dejaste es tu compromiso con la vida, con la gente, esa caricia en el alma que me acompañará toda la vida de haber sido incondicional e íntegro, con tu ideal, con tu necesidad de cambios e igualdad. Hoy, como ayer...estás en mi corazón y en mi vida.
/ Daniel Brun
Cuando pienso en mi hermano Jorge, viene inmediatamente a mi mente un ombú, un enorme y frondoso ombú que te brinda protección, seguridad y cobijo. Así lo sentía y así lo siento aún. Inteligente, cariñoso, alegre, generoso y con unas ideas tan claras que fue capaz de dejar atrás la «vida fácil» que tenía, para compartir su vida con quienes no tenían nada, ni siquiera derechos. Y fue tal su convicción y la fuerza de sus ideas que reunió a la familia, a papá, a mamá y a sus hermanos para hacerlos partícipes de cuál era el camino correcto a seguir. Recibió el apoyo incondicional de todos nosotros, y lo quisimos más que nunca. Su desaparición fue una desgracia anunciada, pero no estábamos preparados para ESE dolor, tan desgarrador, tan profundo, tan injusto. Sé, estoy convencida, que papá murió de tristeza, de impotencia, después de un año y medio de luchar sin descanso (y a veces arriesgando su propia libertad) con policías, militares y obispos que le negaban su paradero. Sé que no se fue en paz por no haberlo encontrado. Mamá tampoco. Sé que les dejó su fuerza , su tenacidad y sus ideales. Y utilizaron esa fuerza para buscarlo sin rendirse, hasta su último aliento. Sé también, que de alguna manera ( no sé cómo, ni importa), mi hermano protegió con su vida, la vida de los que amaba: su mujer, sus hijos, sus padres, sus hermanos y sus compañeros. Y lo sé, porque de no haber sido así, no estaría escribiendo su historia, sino que alguien estaría escribiendo la nuestra.
/ Chabela Novillo
Querido Jorge: No quiero recordarte con tristeza, ni con dolor; sacaré mis recuerdos de lo más profundo de mi corazón: Espíritu puro, siempre rodeado de amigos, leal y afectuoso.- Espíritu noble de toda nobleza; quisiste abrazar a todos los que sufrían y no se animaban a luchar. . . o no podían.- Ningún «interés personal» te impulsaba, siempre fuiste así: cariñoso, alegre, entregado, humilde.- (...) Eras músico, poeta, solidario, atraías a tus amigos a tu casa con la anuencia de tus padres: María Juana y Jorge que no pudieron soportar tu irreparable pérdida y fallecieron sin conocer dónde estabas, a pesar de sus denodados esfuerzos, humillaciones y búsqueda incansable.- Para mí siempre estuviste y estarás dentro de mi corazón.- Después supe . . . porque alguien dijo . . . . . que te habían arrojado al mar como a tantos. . . pero ya no interesa . . . ¿o si?. . . lo importante es que dejaste una huella muy profunda.- ¡¡¡verdad!! (...) querido Jorge, mi amado sobrino – ahijado, eres mi orgullo. . . . . nuestro orgullo.- Mi amor hacia vos rebasa todas las fronteras.- Aquí estarás, nunca te olvidaremos, mi pequeño gran idealista, forjador de un mundo más humano.
/ de su tía Chiche (Elsa Saade de Pieli)
Recuerdos de estudiantina…
Inventiva para todo. Jorge dormía con el Flaco Chita en la misma pieza de una residencia estudiantil. Nunca se despertaban a tiempo, ponían el reloj pero lo apagaban y seguían durmiendo. Así fue que inventaron un sistema perfecto: colocaron la campanilla de un timbre de puerta a mucha altura, de allí un cable que salía de la habitación y llegaba a la cocina, entraba a un armario donde estaba el reloj. Al accionar el despertador, la manijita de la cuerda hacía contacto y comenzaba a sonar el timbre dentro de la habitación. O sea: se tenían que levantar, ir a la cocina, abrir el armario y apagar el reloj. Imposible volverse a dormir después de eso. A los dos días terminaron cortando el cable para seguir durmiendo a gusto…
Estudiar ingeniería química tenía sus ventajas para la resistencia diaria en tiempos de dictadura. Jorge y los compañeros de la casa preparaban el engrudo con un poco de yodamina (sustancia que al secar adquiere carácter explosivo). Pegaban los carteles en los pasillos de la facultad, a escondidas, con ese engrudo. Al día siguiente, cuando alguien intentaba arrancarlo hacía pequeños estruendos que desalentaban cualquier otro intento.
Su memoria es recordada en una placa colectiva colocada en la Facultad de Ingeniería Química en 1996
En 2016 la Municipalidad de Venado Tuerto junto al Instituto Venadense por la Memoria, la Verdad y la Justicia, colocaron una placa recordatoria por los 12 desaparecidos de la ciudad en el patio interno del Palacio Municipal.
Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la Causa Guerrieri