Fernando Claudio ABASTO
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
A Fernando, por su parecido con el personaje de la historieta, sus compañeros de estudios y militancia lo conocían como Clark Kent. Había nacido en Santa Fe. Hijo único. Sus padres se separaron cuando él era muy chico y desde entonces vivió solo con su mamá sin tener ninguna relación con el padre. Cursó la escuela primaria en la vieja Escuela Sarmiento, sus compañeros de aquella época lo recuerdan como a un chico más bien gordito, muy buen alumno y gran compañero. Cuando comenzó la escuela secundaria, él y su mamá se fueron a vivir a Sunchales donde la madre puso una óptica.
Fernando era muy simpático y fachero, todas las chicas del colegio andaban tras de él, situación que, como todo adolescente, disfrutaba. Cursó hasta 3er año del bachillerato en el Colegio Nacional de Sunchales y después, volvió con su madre a la ciudad de Santa Fe.
Durante los dos años siguientes, mientras terminaba el secundario, siguió volviendo regularmente a Sunchales, porque allí habían quedado muchos amigos y una novia. Era muy inteligente, super responsable y lector crítico. Le gustaba jugar al basquet y lo practicó, tanto en Sunchales como en Santa Fe, formando parte de muy buenos equipos.
Siempre supo que iba a estudiar Ingeniería Química, carrera a la que ingresó en el año 1970. Durante el primer año dedicaba mucho tiempo a estudiar y aprobaba siempre con las mejores notas. Posteriormente dividía el tiempo entre el estudio y su creciente compromiso político con las luchas que llevaban adelante los estudiantes tratando de aportar a la construcción de una sociedad más justa.
Participó en las luchas por el comedor estudiantil y luego en todo el proceso de Luche y Vuelve. A pesar de que su actividad política era cada vez mayor, no dejó nunca la Facultad porque había asumido ese compromiso ante su madre. Buen hijo, responsable, honesto, sensible y con una capacidad intelectual enorme, siempre tuvo claro lo que quería para su vida y vivió conforme a eso.
Testimonios :
Corrían los días duros, en retirada, de junio de 1976, por esas cuestiones de los traslados...yo estaba en Rosario, venía de Santa Fe.
Un día en que iba a cubrir mi cita diaria con mi responsable, también venido de Santa Fe, al despedirnos, después que coordinamos rápidamente lo necesario y establecemos un nuevo encuentro, me dice: -"Sabés con quién me voy a encontrar ahora?" -"Obviamente no" le contesté... -"Con el Clark!!!! Querés venir a verlo?"
Dudé un instante...era fuerte el deseo de poder estrechar en un abrazo a un compañero de la Facultad, con quien compartimos tantos momentos, y sobre todo en esos días donde todo era desconocido, extraño, hostil. Pero los criterios de seguridad pesaron más...-"Me encantaría, pero no corresponde hermano. Dejale un abrazo enorme..."
Nos despedimos, y él fue al encuentro del Clark, en San Martín y Avenida Pellegrini, y yo a cubrir otra cita con mi grupo en España y Avenida Pellegrini. No pasó mucho tiempo...tal vez una eternidad visto hoy...y escuchamos las sirenas...esas de todos los días...y el interrogante que te desgarraba cada día... habrán agarrado a alguien? Terminada mi reunión, me dirigí como un autómata hacia San Martín, intuyendo algo, no sé...y mi presentimiento se materializó... Que pasó? pregunté inocentemente...y me contaron que habían agarrado a 2 ó 3 subversivos en un bar, aparentemente los sacaron a la vereda y ahí nomás los fusilaron... Con un nudo en la garganta me alejé del lugar...no volví a ver a mi responsable, ni tampoco al Clark. Compañeros entrañables...mi recuerdo para ellos.
/Ruli
Lo conocí a Fernando en algún momento de 1970.Empezamos Ingeniería Química juntos en ese año. Él era santafecino de la ciudad y yo, como también mis recientes amigos, éramos de pueblos del interior de la provincia o de otras provincias. Como los santafecinos, digamos que seguían su vida “normal”, en principio no se establecían muchas relaciones entre estos grupos. Rendimos al mismo tiempo todas las materias del primer año y creo que empezamos a conocernos mejor en el verano de 70-71. Seguramente establecimos una relación muy fuerte a partir del inicio del 71, cuando constituimos la casa de San Jerónimo 4148 con varios compañeros de la FIQ. Fernando, empezó a frecuentar nuestra casa y establecimos una relación de amistad muy profunda. De una inteligencia superior y sagacidad sin igual, competíamos, en el buen sentido, por las mejores notas durante estos primeros años de Facultad. Como Pachanga tocaba un poco la guitarra, Fernando se interesó, y en poco tiempo, sin otro profesor o estudio, ya tocaba bastante bien. Tenía una casi imperceptible tartamudez, como una ligera dificultad para arrancar la frase.
Creo que su militancia comenzó, o se intensificó, como ocurrió con muchos de nosotros, durante la huelga estudiantil por el comedor universitario en mediados del 71. La huelga duró 3 meses y fue muy activa, con actos y manifestaciones de todo tipo y claro, una profunda politización. Fue a finales de 71, inicio del 72, cuando pasé a “superficie”, y de ahí a “jetón”. Esto hizo que disminuyeran mucho mis relaciones con otros compañeros durante este periodo, todavía de gobierno militar. Pero, como continué viviendo en San Jerónimo, a Fernando lo seguí viendo, pero, nunca pertenecimos al mismo grupo o célula. Fui a su casa una o dos veces, de su padre ausente jamás hizo comentarios y la relación con su madre estaba tensa, ella no aceptaba su militancia, que en su visión perjudicaba su carrera. Me acuerdo bien de un sábado en que su mamá hizo un pollo sancochado con fideos con manteca y miramos un partido de fútbol de Argentina en el mundial por TV, esto sólo puede haber sido en el 74.
No estoy muy seguro pero me parece que era sabalero. Por la misma época, los dos nos volvimos Ayudantes de Cátedra, él de (ah memoria!!) Orgánica (¿???). Había unas rubiecitas ingresadas un año después a las que les dedicábamos especial atención. El sobrenombre Clark Kent se lo pusieron en algún Colegio Mayor, por sus lentes gruesas y cuadradas, bien de acuerdo a su rostro también cuadrado y su cabello siempre bien peinado. Rápidamente se destacó en la militancia por su compromiso, su liderazgo y sus ideas. Tenía una relación personal muy profunda y de mucha admiración por Fernando Belizán, que fue un poco su guía y mentor.
Debe haber sido por el 73-74 que se puso de novio con una compañera del Profesorado, Susana, hoy sé que era Susana Trossero, también asesinada por la dictadura. Lindísima, y extremamente tímida, se ponía colorada por cualquier cosa. Imagínense la “vergüenza” de esta tierna compañera la noche que vinieron a casa y les presté mi cuarto de San Jerónimo (el que daba a la calle) para lo que fue, probablemente, su primera noche de amor. La clandestinidad, después de la expulsión de Plaza de Mayo en 1974, nos separó físicamente, de forma definitiva. Nos trasladamos a Rosario probablemente por la misma época, finales del 75 y creo que, salvo algún encuentro fortuito, no nos vimos nunca más.
Una mañana de junio del 76, pocos meses después del golpe militar, Mirta, volvió de comprar verduras en un camioncito que paraba por Laprida (vivíamos en Ocampo y Laprida) y desconsolada me contó que se comentaba que habían matado a dos guerrilleros en un bar de las inmediaciones. Tiempo después supimos que los asesinados habían sido Fernando y Tito Duarte, de Económicas, los sorprendieron en una cita en el bar. No tengo ningún otro detalle. Fue uno de los momentos más tristes de mi vida. Nos queda el recuerdo imborrable de su integridad militante, de su espíritu crítico, de su opción de vida.
/ Angus
Fernando era un tipo fuera de serie en la Facultad, además de su compromiso militante con la causa de Perón, era un tipo muy inteligente que llevaba su carrera al día y rendía las materias siempre con buenas notas. Como recuerdo suyo tengo, además de su calidad y generosidad como compañero, la de sus apuntes, escritos con letras en mayúscula y super prolijos, eran los apuntes que buscábamos para aprobar las materias, no fallaban nunca. Fernando fue un compañero respetado por militantes y no militantes, tenia esa cualidad que lo distinguía.
/Pato
La relación que construimos con Fernando Abasto fue muy profunda y personal. Yo estuve en Santa Fe desde enero del '70 a marzo '74 y las características de esa época nos permitían un contacto personal y hasta familiar muy frecuente. Sé que venía de Sunchales, también que era hijo único y que vivía con su mamá a quien conocí y con la que casualmente cumplíamos años el mismo día (01-10), ella era empleada municipal, también conocí su casa, aunque no recuerdo en que barrio estaba.
Tuve el privilegio de ser su primer responsable en el Ateneo, en los grupos de base que armábamos para leer y discutir sobre el cambio necesario y a posteriori sobre nuestra incorporación al Peronismo. Hincha de River, buen jugador de fútbol y basquet era un compañero intachable como persona, estudiante, hijo y militante. Como dice el Pato, sus apuntes eran muy buscados porque tenían una precisión increíble.
Compraba a principio de año una resma de algún color suave y armaba carpetas para las distintas materias. Tomaba apuntes, desde las filas delanteras aunque nunca desde la primera, con un manojo de biromes de colores con los que resaltaba lo más importante o lo que él llamaba "las chinches" del profe. Cuando requeríamos su ayuda era capaz de explicarnos todos los temas desarrollados en clase.
En la lectura era minucioso y profundo, también resaltaba y subrayaba, nunca iba a una reunión sin haber leído el tema propuesto para la discusión. Lo vi por última vez por febrero del '75, andaba en una camioneta Ford Ranchero y nos cruzamos en la esquina del Cullen. Nos dimos la mano y nos despedimos. Estaba intacto, tenía el brillo del hombre nuevo en sus ojos. Lo recuerdo siempre con mucho cariño y un poco de la culpa que sentimos varios de los sobrevivientes.
/ Bruno
“..estuve a punto de participar de aquella reunión en el barcito donde asesinaron a Fernando Abasto, pareja de Norma Coutada, y Ernesto "Tito" Duarte. A Norma “en Rosario la llamaban ‘Lluvia’, por esa forma correntina de pronunciar la elle, era tierna, inteligente, muy cálida, muy querida. Ambos se enamoraron simultáneamente de la ‘Lluvia’ muy poco tiempo antes, recién llegados de la ciudad de Santa Fe. Ernesto, muy tímido, no sabía cómo acercarse a la ‘Lluvia’, en una charla que tuvimos los dos, me confesó su amor por Norma y su reticencia (que incluía una farragosa argumentación sobre la necesaria o deseable abstinencia de los militantes!) y las cosas que yo le dije para romper sus inhibiciones. Pero ¡Fernando le ganó de mano!. Fui quien debió informar a Norma sobre el asesinato de Fernando y aún conservo la memoria de aquel abrazo con la ‘Lluvia’ cuando le conté lo ocurrido, sus ojitos enrojecidos por el llanto, toda ella conmovida y triste, arrancada de golpe de su incipiente relación amorosa con Fernando, como una espiga de trigo segada de cuajo, prematuramente”. (Norma Coutada, con 21 años fue luego desaparecida en Rosario en septiembre de 1977).
/ Marta Bertolino
Su memoria es recordada por una placa colectiva colocada en el Octógono de la Facultad de Ingeniería Química de Santa Fe 1996.