Gabriel Francisco DE BENEDETTI

Gabriel era muy diferente en casa, él siempre fue más callado, menos exuberante, pero desde muy chiquito lo atraían todas las manifestaciones artísticas, me acuerdo de las máscaras pseudos africanas que nos fascinaron, de su fase de fotógrafo que hizo decir últimamente a un amigo que si Gabriel hubiese vivido hubiera sido cineasta, sensible al extremo bajo un semblante serio, tenía los ojos más hermosos y expresivos que yo haya visto. Habiendo comenzado su militancia muy joven, apenas 15 años, su sentido de la responsabilidad y su madurez lo habían colocado en posiciones de responsabilidad en el seno de la organización. Cuando comenzamos a crecer, cuando aparecieron los bigotes, los pantalones Oxford, las novias, mi “toca”, los tacos y la “mini”, para afirmarnos dejamos de lado nuestros juegos en común y pasamos a formar parte de nuevos grupos “autónomos”, cada uno de nosotros por nuestro lado.

La ElS (Escuela Industrial Superior) a la que ellos asistían, amplió el grupo de amigos, nuestra casa como siempre los acogía, pero como estos recién llegados no formaban parte de mi grupo, yo no me había dado cuenta de que uno de ellos, Bernardo (Tito) Depetris, era mi enamorado, tiempo después terminó siendo mi compañero y padre de mi hija Gabriela. Aunque los tres hermanos mayores terminamos militando en la misma organización, el PRT, cada uno ingresó por su lado sin que ninguno de nosotros influyera sobre la decisión de los otros.

Gabriel, el Tordito, que no había sido detenido en la dictadura anterior, cae preso durante el copamiento de Sanidad. Tenía apenas 21 años, nunca más salió en libertad. Murió en la cárcel de Rawson. Las condiciones extremas, el aislamiento (toda la familia estaba exiliada), el hambre y el frío y sobre todo el asesinato de Osvaldo, hicieron que perdiera el contacto con la realidad, él creía que la familia estaba en campos de concentración todo esto lo lleva a la muerte. El Tordito reposa en el cementerio de Rawson donde los compañeros le rinden homenaje todos los 24 de marzo, el 22 de agosto y en el aniversario de su fallecimiento. Al visitar nuevamente su tumba me sorprende encontrar una cruz con un aire totémico con la leyenda “Gabriel De Benedetti, el Tordito, luchó por la patria y su liberación”. Igualmente sobre la lápida una escultura que representa una de las cinco puntas de la estrella del ERP.

Los compañeros me explicaron que tanto la cruz como la escultura fueron colocadas por la gente del lugar y que desde la primavera su tumba siempre está rodeada por margaritas, su flor preferida. Los compañeros me describen a alguien lleno de alegría: ”un cascabel”, organizador de una de las escuelitas de la cárcel, buen compañero, solidario. Para mí sigue siendo mi hermanito menor, el que siempre sabía más que yo y que me mostraba su ejemplo.

/ Su hermana Emma

“Conocí a Gabriel en 1971. Llegaba para ponerse al frente de la organización en Buenos Aires, tenía apenas un año más que yo. Ninguno de los dos llegaba a los 20. Fuimos con otro compañero a vivir a un barrio obrero en San Martín y allí estuvimos hasta el 25 de mayo de 1973, cuando salieron los presos de la dictadura. Entre ellos, el Tordo (Osvaldo) y también Adela, la compañera de Gabriel. Fue entonces que Adela se quedó a vivir en la casita de San Martín y yo me mudé a La Rioja y Alsina, en Once, a pocos metros de la sede de la UOM.

Todo fue muy vertiginoso. Yo me casé. Adela y Gabriel esperaban un hijo, que resultó ser una hija. En 1978 Osvaldo, el Tordo, fue a parar a la cárcel de Sierra Chica, al pabellón 11, le llamaban el pabellón de la muerte. Gabriel y yo, por entonces, estábamos presos en el pabellón 2 de La Plata, al que también le llamaban pabellón de la muerte. A Osvaldo lo asesinaron en Tucumán inventando una fuga. Y la desgracia no terminaba. Gabriel recibía las cartas de Adela, su compañera, que había logrado llegar a París con la pequeña hija de ambos a cuestas y empezar a estudiar trabajo social. Gabriel estaba en el pabellón 1 de Rawson.

Gabriel era un tipo de lo más templado. No se le conocía ningún decaimiento en su compromiso. Pero la mente humana suele jugar malas pasadas. Los compañeros de pabellón detectaron que empezaba a decir cosas extrañas, quizá por manía persecutoria, quizá por un delirio. Vaya a saber cómo eran los laboratorios para volver locos a los presos. Lo concreto es que un día, cuando sacaban al recreo a los de ese pabellón, Gabriel no salió. No se pudo saber si no lo dejaron salir o él pidió quedarse. Habían pasado menos de dos años de la muerte del Tordo, su hermano mayor. Cuando volvieron del recreo, los compañeros supieron que Gabriel se había quitado la vida. Adela vive en París, trabajó en institutos de salud mental hasta jubilarse el año pasado. La hija que tuvo con Gabriel, Cecilia, vive con su compañero, también en París, y tuvieron a Nina. "

Eduardo Anguita – Tiempo Argentino - 03.06.2014

Su memoria es recordada en la Escuela Industrial Superior mediante una placa y Baldosas por la memoria en la vereda del establecimiento

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