Miguel Ángel FONSECA
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Lito y Sara, son dos viejos militantes que en los 70 tenían poco más de 40 años, sin embargo, cuando Lito cae preso y lo llevan a Coronda donde la mayoría de los detenidos políticos rondaba apenas los 20, lo apodan “Matusalem”. Al poco tiempo de su detención, producida el 26 de julio de 1976, mientras aún permanecía secuestrado (estuvo en esa situación 6 meses antes de ser llevado a Coronda), sus dos hijos fueron asesinados.
Miguel, el hijo mayor, que nació en Santa Fe el 3 de marzo de 1956, es asesinado el 7 de septiembre de 1976 en una casa de la calle Martín Zapata. Al parecer, de acuerdo a lo que sus padres han llegado a averiguar, Miguel aguanta a la patota hasta que puede huir una compañera que estaba en la casa (no sabemos si esta chica realmente logró salvarse, si está viva...). Miguel cae herido y lo rematan degollándolo. Como si este horror no fuera suficiente, su madre recibe el 13 de septiembre cuando apenas habían transcurrido unos pocos días del sepelio, la noticia de que también Ani, la hija de apenas 16 años había sido asesinada de un tiro en la cabeza en su casa, sin que hubiera tenido ninguna posibilidad de defenderse.
A los pocos días, la casa donde vivía Ani va a ser dinamitada, por supuesto después de que los represores se robaran todos los muebles, enseres y electrodomésticos. No cabe sino preguntarse ¿por qué tanto odio? ¿Qué tan peligrosos podrían ser dos chicos de 20 y 16 años?...
Miguel, fue un niño de clase media de entonces, nació en el Barrio Mayoraz de la ciudad de Santa Fe; empezó la escolaridad primaria en el Colegio Verna, y ya desde ese momento se mostró como un chico despierto, inquieto e inteligente. Cuando se funda el Colegio San José para varones empieza en esa escuela el 2do grado y es el abanderado hasta que la familia se traslada a Santo Tomé y en su nueva escuela, la Garay, donde había 5 divisiones de 6to. Grado, será también el abanderado. Al mismo tiempo, desde los 8 años ayudaba a su mamá a atender un kiosco, en las vacaciones se iba al campo a casa de los abuelos, donde andaba a caballo y salía a cazar y pescar disfrutando de la naturaleza.
Ingresó en la Facultad de Química de la UNL cuando apenas tenía 16 años porque había rendido libre (y con excelentes calificaciones) el 4to año del Colegio Comercial de Santo Tomé. En esa época trabajaba vendiendo rifas y artículos de almacén al por mayor. Además, solidariamente, ayudaba a sus compañeros a preparar los exámenes. Miguel empieza a militar en la universidad y se incorpora a Montoneros. Sara, la madre, recuerda que cuando ella se da cuenta y lo interroga al respecto, él le contesta que su lucha es para lograr mejores condiciones de vida para todos, y que en eso, él no era más que el reflejo de sus padres que siempre se habían preocupado por los demás. Él sólo trataba de hacer lo mismo por otros medios. Alertado por la madre del peligro que ello implicaba, Miguelito, demostrando la fe que tenía en el proyecto revolucionario, le dice:
«Mirá mami, aunque quede uno sólo de nosotros, uno sólo, ése compañero va a levantar la bandera, vas a ver que vamos a triunfar». Sara, con lágrimas en los ojos, recuerda el momento y su respuesta: «Te prefiero en el cajón antes que traidor». Paradójicamente, Miguel cae por la traición de «Goyo», un correntino que se decía militante, a quien sus padres habían protegido y apoyado.
Después de varios años, Lito sale en libertad, el matrimonio consciente de que en Argentina corre serios riesgos se exilia en México, allí se ponen en contacto con los compañeros y con las instituciones que se organizaron en el exilio, con ese apoyo logran a pesar del tremendo dolor, continuar la lucha contando la historia de los chicos y denunciando los horrores de la dictadura. Una de esas actividades fue su participación en el documental «Esta voz entre muchas», film que se vio en todo el mundo, menos en Argentina por supuesto. Sara y Lito lloran a sus hijos, pero están tremendamente orgullosos de ellos.
Su memoria es recordada con Baldosas de la memoria y placas colectiva en la plaza central de Santo Tomé y Facultad de Ingeniería Química
Los responsables de sus asesinatos fueron juzgados y condenados en Causa Acumulada Santa Fe