José María MOLINA
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
“Josema”, “Esteban”, “Molina Grande” nació el 7/2/1940 en un pueblo cercano a Santa Fe y fue fusilado el 11/08/1974 en Capilla del Rosario, Catamarca, a los 24 años.
“En 1960 o alrededor de ese año hubo una huelga bancaria en Santa Fe. Unos familiares influyentes le ofrecieron a José María y a su primo Fredy ocupar puestos en el Banco de la Provincia, lo que significaba la cesantía de dos huelguistas. Fredy aceptó y con el tiempo llegó a ser gerente del banco. Pero Josema se negó a romper la huelga, porque a los veinte años ya tenía un claro sentimiento de solidaridad social. Creo que él había recibido de nuestra madre, una docente luchadora, la conciencia de lo que es opresión e injusticia. Y con el tiempo fue ella la que recibió de él las bases de la teoría revolucionaria. Recuerdo las conversaciones con mamá, en la cocina, en las que él empezaba a expresarse en los términos de un partido revolucionario marxista.
La familia lo "castigó" por el desplante de la huelga, consiguiéndole un empleo en el puerto de Santa Fe, donde trabajó hombreando bolsas de cereales junto a peones mucho mayores que él, hombres rudos, padres de familia, con quienes se juntaba a comer pescado de río, a concursar sobre quien comía más sábalo, surubí o dorado. Y en el esfuerzo por superar a los compañeros veteranos se dio un atracón que le hizo odiar el pescado desde entonces. Él siempre bromeaba sobre eso. Y aquellos fueron sus primeros contactos vacilantes con la clase trabajadora.
Josema era un tipazo de buen carácter, alto, buen mozo, seductor. Los compañeros del Liceo lo habían nombrado "el mejor camarada" cuando terminó el colegio secundario, en 1956 o 1957. Él había cursado esos años en el Liceo Militar Belgrano por dos motivos: estaba becado, lo mismo que mi hermano Jorge Carlos (asesinado en 1975), con lo que se aliviaba nuestra precaria situación económica, y además en esa época se salvaban de la colimba porque obtenían el título de Subtenientes de Reserva. La instrucción militar que recibieron en el Liceo, calificó después a mis hermanos José María y Jorge Carlos, en la lucha armada iniciada por el PRT/ERP. Recuerdo haber visto sus prolijos apuntes, con esquemas sobre armas y tiro.
Después de 1961 Josema fue a estudiar Arquitectura en Rosario, donde al mismo tiempo trabajaba como peón de taxi. Vivía en una pensión muy modesta a la que llamaban El Nido, lugar de reuniones alegres, de asados y de vinos, y de interminables discusiones políticas, donde empezaba a germinar la militancia en serio. Recuerdo con cuánta atención escuchaban los discursos de Fidel grabados en discos de pasta de 78 RPM, en una habitación con las persianas bajas para evitar que oyeran los curiosos.
Al principio de los años 70 terminó la carrera en la UNR, pero no quiso buscar su título de arquitecto en la Facultad, un mérito burgués, sin valor para quien ya militaba en la clandestinidad, acompañando a su hermano Jorge Carlos (el Capitán Pablo), que fue una influencia de peso en el compromiso de Josema con la lucha armada y en la formación de la Compañía de Monte.
Después vino Capilla del Rosario y supimos que Esteban era Josema. ¿Era Esteban realmente aquel mismo payaso bocón que nos divertía en las fiestas, aquel que seguía a nuestra madre por toda la casa, cantándole arias de óperas inventadas para que ella se olvidara de sus problemas o para que le perdonara alguna desatención? ¿Nos costó tanto asumirlo?
Y cubrimos su féretro con la bandera del ERP. Y pudimos velar su cuerpo junto con los parientes y los amigos, todavía, porque todo lo que vino después fue aún más atroz.
Él tuvo una hija única con la compañera Cristina Planas: Jorgelina Planas, nacida en el '73. La nena fue apropiada en 1977 e inscripta como Carolina Sala. Volvió a nosotros por su propia voluntad en los años '90, pero ya no recuperó su verdadero nombre. Está casada y tiene dos criaturas y lleva una buena relación con nosotros, pero también con sus apropiadores. “
Su hermana
Las memorias invisibilizadas
“Y él [el desaparecido José María Molina] era primo de Reutemann, del Lole, claro, la mamá era una Molina. La mamá y el papá del Lole son de acá de Felicia...”
En Las Colonias se han invisibilizado las memorias de los desaparecidos y el caso paradigmático es la total ausencia de memoriales que recuerden a los dos primos hermanos de Carlos Reutemann, quien fuera gobernador de Santa Fe en dos ocasiones (1991-1995, 1999-2003), y quien se desempeñó desde 2003 como Senador electo por la provincia de Santa Fe.
Durante su primer mandato al frente de la cartera provincial Reutemann ordenó la construcción de una tumba sobria, sobrerrelieve, en el cementerio de Felicia, el pueblo de origen de sus padres y abuelos. En ella colocó los restos fúnebres de sus abuelos maternos y de su primo hermano José María Molina, militante del PRT-ERP asesinado en la masacre de Capilla del Rosario, en Catamarca, en agosto de 1974. No obstante, no colocó ninguna inscripción alusiva a la causa de su muerte, y al día de hoy nadie recuerda en el pueblo que ese féretro llegó a la provincia envuelto en la bandera del PRT- ERP, luego de que su madre viajara a Catamarca a identificar el cadáver de su hijo.
Aunque hay tres personas enterradas en esa tumba, la placa que la acompaña lista cuatro nombres. Se añade allí el nombre de Jorge Carlos Molina (el famoso “capitán Pablo” del PRT-ERP), otro primo de Reutemann, y hermano de José María, que estuvo preso en Devoto y en Rawson, tras lo cual fue liberado por la amnistía de 1973, y finalmente fue asesinado en la emboscada perpetrada por el Ejército en la Ruta 307, en la provincia de Tucumán, en octubre de 1975, donde fue enterrado en una fosa común.
Por consiguiente, la memoria de los hermanos Molina se diluyó dentro de la historia de una familia tradicional, del mismo modo que se invisibilizó su paso por el Liceo Militar de Santa Fe, de donde fueron literalmente borrados, pese a su destacado desempeño durante el cursado de sus estudios secundarios. Ya no se encuentran presentes en el cuadro de honor ni en los recordatorios de su promoción. Al respecto, M., una vecina de Felicia, recuerda: “Casi ni se podía ni nombrar a los Molina de acá. Claro, porque en ese momento que estaba la guerrilla y todo eso, como este era el jefe de los guerrilleros...”.
La operación de estigmatización que sufrió la familia Molina sigue vigente. En Felicia no hay placas ni memoriales que recuerden a sus desaparecidos, y la memoria colectiva sigue planteando que en el pueblo no pasó nada. Sin embargo, al consultar a sus habitantes sobre “los Molina” instantáneamente evocan los conceptos de “guerrilleros” y “subversivos” y traen a colación un rumor según el cual uno de los cuatro hermanos Molina se habría refugiado en el cementerio del pueblo luego del fusilamiento del mayor de ellos. Esta afirmación falaz se funda en el hecho de que Ana Taleb, la madre de estos jóvenes, pasó largas estancias en un tambo cercano al cementerio, donde el virtual aislamiento y la compañía de gente allegada le permitieron sobrellevar el dolor que la embargaba.
Virginia Pisarello. ”Pueblo chico, infierno grande. Los desaparecidos y la memoria en la pampa gringa”.
Su memoria es recordada en el Colegio de Arquitectos de Santa Fe
Los responsables de su asesinato fueron juzgados y condenados en la Causa Masacre Capilla del Rosario-Catamarca