Jorge Alberto TORNAY
Última actualización
Última actualización
Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Jorge Alberto Tornay nació en Santa Fe el 12 de noviembre de 1947. Fue hijo, hermano, nieto, sobrino, amigo, novio, esposo, padre y cuñado, y en todos esos vínculos lo recordamos sus familiares por lo mucho que lo amamos y por todo lo que él amó y forjó. Hoy además sería abuelo, que lo haría seguramente tan feliz y optimista como cuando fue padre.
De su madre Hurí heredó los ojos azules, la fortaleza y perseverancia. De su padre Joaquín –Lalo- la altura de su cuerpo, el modo de caminar, la meticulosidad y la pasión por Colón. Los rasgos de la mirada los compartía con su hermana Lizel.
Pasó su infancia y adolescencia en una casa sobre calle Entre Ríos, en el barrio sur de la ciudad, donde tuvo sus primeros amigos. Fue alumno de la Escuela Manuel Belgrano Nº 2 en la primaria y del Colegio Nacional en la secundaria entre 1961 y 1966. Aún hoy, todos los que lo conocieron allí o en la Universidad recuerdan por sobre todas las cualidades, su buen humor.
Estuvo becado a los 16 años en Estados Unidos a través de la American Field Service, por lo que se graduó en Santa Fe con una promoción siguiente a la de sus compañeros iniciales. La estadía de un año con una familia norteamericana de New Jersey le otorgó unos vínculos que nunca olvidaría. De allí en adelante el Señor y la Señora Hults serían para todos “mam” y “dad”, y Nancy y Peter sus otros hermanos.
“Recuerdo que Jorge siempre andaba con su guitarra. En todos los lugares con excepción de la escuela. En todas partes nos entretenía con música de la Argentina. A veces, cuando extrañaba a su familia, cantaba en su cuarto, solo. Era un tono muy triste, entonces mi madre golpeaba la puerta de su cuarto y le decía ‘Ven Jorge, ayúdame a preparar un sandwich de manteca de maní’. Jorge amaba nuestro peanut (manteca de maní), casi tanto como su dulce de leche!”
/ Nancy
En la escuela secundaria a la que asistió conoció a un amigo, Randy, que casi cuatro décadas más tarde viajó a Argentina a reencontrarse con los Tornay, movido por el afecto, los recuerdos, y la necesidad de saber sobre él.
“La justicia social era muy importante para Jorge como un joven estudiante. Fue el tema de muchas largas conversaciones que tuvo con sus amigos durante su visita a los EEUU.”
/ Randy
A través de su hermana y de amigas de ella conoció a Malochi, quien sería su novia y esposa unos años más tarde. Fueron novios durante los años que concurrieron a la Universidad y luego se casaron en Santa Fe, cuando ambos terminaron sus carreras, en marzo de 1972. Ese mismo mes viajaron con el COVEIQ XII a EEUU y luego a Europa, donde tuvo la oportunidad de conocer otras culturas y otros mundos que lo apasionaron, y sobre todo los lugares que habitaron sus ancestros, que lo emocionaron mucho.
Siguió sus estudios en la carrera de Ingeniería Química de la UNL, donde se graduó, seguramente bajo el impulso de la industrialización desarrollista de la década de 1960. Como muchos otros ingenieros, siguió con Malochi el camino hacia la capital del país. Se instalaron en el barrio porteño de Almagro, cerca del departamento de sus padres y de Lizel y su cuñado Fernando, quienes habían migrado también hacia Buenos Aires unos cuantos años antes.
Allí trabajó en diversas empresas relacionadas con la Ingeniería Química. Al momento de su desaparición era Gerente de Comercialización en una de ellas, que se dedicaba a la fabricación de bombas dispensadoras de fluidos para la industria química. Daba clases en la Universidad Tecnológica Nacional en la ciudad de Buenos Aires. Su capacidad de trabajo en medio de todas las contingencias que debió afrontar en esta etapa era asombrosa.
También fue en Buenos Aires donde nacieron sus dos hijas, María Laura y María Alejandra, dos “chancletas” como avisó a su padre Lalo luego de cada nacimiento.
Los acontecimientos políticos de inicio de los 70 como la matanza de Trelew lo volcaron hacia la militancia en el peronismo de izquierda, llegando a ser oficial de Montoneros a cargo del Departamento de Profesionales, Intelectuales y Artistas. En su familia hubo militancias en o simpatías hacia distintas variantes de la izquierda, lo que sumado a la movilización social y política de finales de los 60 y comienzos de los 70 llevó a que se nutriera de ideas contestatarias. Discutió de política con todos ellos, y así y todo es recordado por su sentido del humor, aún en los momentos más difíciles, por una risa contagiosa que parecía salirle del estómago.
Está probado que Jorge fue privado de su libertad el 1º de septiembre de 1978, de su domicilio de Guayaquil 746 de Capital Federal, por un grupo armado perteneciente al Ejército. Esto surge de los dichos de su madre, la señora Hurí Antonia Nigro de Tornay y de su esposa María Rosa Mignone de Tornay ante la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas, donde relatan que ante una citación concurrieron al departamento de su hijo donde notaron un gran desorden en el mismo y el faltante de varios objetos de valor. El encargado del edificio les manifestó que la víctima había sido secuestrada por gente del Ejército, quienes circulaban en camionetas de dicha fuerza.
Hubo presentaciones de dos recursos de hábeas Corpus, uno ante el Juzgado Federal Nº4, Secretaría Nº 11, (Nº3355) y otro ante el Juzgado Federal Nº6, Secretaría 18, (Nº86/79). Ambos fueron interpuestos por su cónyuge en favor de la víctima. Dos testigos manifestaron haber compartido su cautiverio con la víctima en el centro de detención "Olimpo", que dependía del Ejército Argentino. Fue fuertemente torturado, sus verdugos lo llevan al Hospital Militar con un paro cardíaco y respiratorio a causa. Continúa desaparecido.
“Nos gustaba encontrarnos a cenar y charlar. Muy frecuentemente Jorge nos visitaba, traía una pizza y nos quedábamos charlando largamente en la casa en que vivíamos mi marido y yo. Discutíamos de cuestiones políticas, no coincidíamos en muchas cosas, pero compartíamos una postura existencial, como jóvenes interesados en transformar el mundo. Recuerdo con mucho gusto aquellas charlas llenas de entusiasmo, inquietudes y también preocupaciones y tristezas por las condiciones que imponía el terrorismo de estado.”
/ Lizel
“A Jorge lo recuerdo comentando una pintada que había visto en una pared de Pompeya: ‘Escondan plata y anillos que se vienen los rastrillos’. Ya iban un par de años de dictadura. Está de pie en el comedor del departamento que alquilábamos con Lizel en la calle Sarmiento y todavía se ríe en mi recuerdo. Era un tipo de un humor extraordinario, entusiasta, divertido, atributos que conservó hasta el final. Seguro que el mundo hubiese sido distinto con él, por eso no lo dejaron vivir. Tuve la suerte de ser su amigo y lo agradezco.”
/ Fernando
“Él pensaba que un mundo mejor y más justo era posible y que todos debían gozar de las oportunidades que él había tenido y de las que había disfrutado, y por ello luchó con entusiasmo.”
/ Malochi)
Jorge militaba en un barrio del sur de la ciudad de Buenos Aires. Allí asistía frecuentemente por la tarde cuando se desocupaba de su trabajo. Iba con entusiasmo; le gustaba ir allí donde tenía depositada parte de sus expectativas de transformación del mundo. Seguramente tenía vínculos afectuosos con esos vecinos; festejó con ellos también el nacimiento de sus dos hijas, las dos chancletas. Su reflexión sobre las condiciones de vida de las mayorías, el egoísmo y el poder de las clases dominantes, lo condujo a la opción por la acción directa, la lucha armada revolucionaria y el trabajo social territorial. En enero de 1973 escribía una carta a su amigo Randy en que le reconocía su trabajo de educador en el barrio del Bronx, “volviendo cercano el día en que esos chicos podrán gritar LIBERTAD a las castas explotadoras que ya han empezado a morir, no lo dudes”.
Fue parte de una generación mundial, con su hermana, cuñados y algunas tías como Alicia y Yiyí, que pensó proyectos sociales alternativos al orden existente, emancipatorios, igualitaristas.
“Con Jorge éramos Amigos con mayúsculas, era alguien en quien confiar, alguien con el que intercambiar las opiniones y los avatares de la vida. Ambos militábamos en política, pero mientras él creía en la necesidad de pasar a la acción directa, yo no. Pero lejos de apartarnos, nos unieron las discusiones respetuosas de quienes creen que el otro es un interlocutor válido, que las diferencias enriquecen, que las discusiones hacen crecer al otro. Ese respeto y la lealtad siempre estuvieron presentes. Mientras tanto tomábamos algunos vinitos, acompañados con pan con mayonesa y chorizos y terminábamos riendo y bromeando sobre cómo encararíamos el futuro. Por esto, por su fe inquebrantable en sus ideas, por su amor a la vida, por su honestidad y su entrega, por el reconocimiento de las carencias de nuestra sociedad, Jorge es un ser irrepetible e inolvidable.”
/ Alicia
“Conocí a Jorge porque era uno de los sobrinos de una amiga y compañera de las luchas universitarias en los 60 y 70. En esa época era un adolescente divertido que comía grandes cantidades de tallarines amasados por su abuela. Ya recibido de ingeniero solíamos charlar sobre la situación del país, coincidíamos en la esperanza de un tiempo sin oprimidos ni explotados, aunque con diferencias sobre el camino para conseguirlo. Cuando tuve que marchar al exilio, él y Malochi me acogieron en su departamento, en un momento muy difícil para mí y para muchos. Tengo recuerdos muy vívidos sobre nuestras charlas, su cordialidad, su amor por la vida y su risa, única, imposible de olvidar.”
/ Yiyí
Fue secuestrado y desaparecido el 1º de septiembre de 1978 por un grupo de tareas junto a un compañero de militancia, y visto por otro detenido en el Centro Clandestino de Detención El Olimpo. Tenía entonces 30 años.
“El día anterior a su detención-desaparición pasó a visitarme por la oficina donde yo trabajaba. Estaba preocupado, le pregunté qué le pasaba y me dijo que habían caído algunos compañeros en Río de Janeiro. Después que se fue, uno de mis jefes me dijo ‘¿era tu hermano?, ¡qué lindo muchacho!’ Y sí, sin duda, lindo tipo, hermano y compinche de toda la vida –en los juegos infantiles, en las salidas adolescentes y en los sueños de un mundo mejor-. Muy frecuentemente lo extraño, en los momentos difíciles, en los momentos de alegría y en muchos otros de la vida cotidiana. Creo que lo extrañaré siempre.” / Lizel
“El edificio que fue durante la dictadura el Centro Clandestino de Detención El Olimpo es un galpón enorme, frío, hoy silencioso, enclavado en el barrio porteño de Floresta con un tamaño que no pasa desapercibido. Lo conocimos en un recordatorio que se hizo en agosto de 2008. Fue la primera vez que pisamos un CCD y nuestro cuerpo nos lo hacía saber. En ese momento asumimos que allí murió nuestro padre por asesinato de los represores, y que entonces ese es el cementerio suyo. Estar en ese lugar, que lo pensamos como un cementerio, nos dio una dimensión de realidad ubicable de su muerte. Todos sabemos que murió asesinado y que está desaparecido. No renunciamos a llamarlo desaparecido porque es una forma de denunciar el genocidio. Y tal vez nunca recuperemos sus restos. Pero saber de un territorio donde esa muerte y desaparición tuvieron lugar, verlo y estar ahí, nos resultó importante. Preferimos ese lugar que la nada de cualquier parte de la tierra o del mar.”
/ Laura y Alejandra
“En H.I.J.O.S. –Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio- volcamos junto a otros la experiencia de la desaparición de un padre o madre por motivos de persecución política. Estábamos los que podíamos contar poco sobre sus vidas e ideas y los que tenían relatos más completos, los que tuvimos que callar la situación que pasábamos durante la escuela primaria, los que anduvimos de casa en casa durante algún tiempo. Compartimos historias de vida profundas y nos encontramos semejantes. Discutimos, marchamos, comimos, bailamos, reclamamos, nos hicimos amigos. En todo ese camino recuperamos retazos de historias de nuestros viejos, los entendimos mejor, perdimos el miedo, levantamos discursos que los devolvían a la Historia de un pueblo, los reivindicamos con orgullo.” Laura y Alejandra
“Fue un ser excepcional, noble, cariñoso, dispuesto a dar siempre todo lo que tenía a favor de los demás, un ser inolvidable. Amaba profundamente a toda su familia y no hubiera dudado en dar su vida por cualquier miembro de ella, así como lo hizo por sus ideas. Cinco letras de oro para el corazón de su madre”.
/ Hurí Nigro, su madre. Madre de Plaza de Mayo de Santa Fe
Joven, entusiasta, divertido, comprometido. Así fue y sigue vivo en la memoria de quienes lo conocimos y lo amamos.
Fragmentos. De Malochi y de todos.
“Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
(…)
Quiero minar la tierra hasta encontrarte,
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
(…)
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.”
Elegía, Miguel Hernández.
Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la causa ABO (Atlético-Banco-Olimpo)
Su memoria es recordada en una placa colectiva colocada en la Facultad de Ingeniería Química en 1996 y una Baldosa por la Memoria colocada en la UTN de Buenos Aires, de la que fue docente