Gustavo Ramón BRUZZONE

Gustavo nació en San Javier, el 31 de agosto de 1954. Su familia estaba compuesta por su padre Rodolfo Bruzzone, su madre Irma Godone y un hermano que lleva el nombre de su padre por haber nacido cuatro años antes y ser el primogénito.

En el año 1955 la familia Bruzzone deja el lugar para radicarse definitivamente en la ciudad de Santa Fe “... su corta vida se desarrolló aquí...” cuenta su mamá.

“Era un niño tímido y muy inteligente. Aprendió a leer solo, impaciente por disfrutar las aventuras de Patoruzito y ante la negativa de su hermano de sentarse con él a relatarle las aventuras del libro. Para lograrlo ideó su propio sistema, empezó nombrando el amor primero... MAMÁ

Preguntando, uniendo vocales y consonantes, logró descifrar el misterio que encerraban los cuadritos de la caricatura. Cuando entró en el primer grado de la escuela primaria José de San Martín, ya sabía leer y escribir.

Cuando dejaba su delantal de la escuela se calzaba los botines y se iba al club Gimnasia y Esgrima, era desde los siete años, el arquero del equipo de fútbol. Como su papá ya había fallecido, lo pasaba a buscar el Señor Grasso, entrenador de las divisiones inferiores, quien se ocupaba de llevarlo personalmente. Sus habilidades de portero hicieron que el club Unión de Santa Fe se fijara en él a los doce años y le propusiera jugar para la institución, pero Ciudadela no aflojó. Fue tal la desilusión que Gustavo decidió no presentarse a jugar más, solamente lo hacía como invitado cada vez que lo requerían y en ocasiones especiales.

En la escuela primaria conoció a Liliana...y fue desde entonces, su gran amor.

“Liliana y Gustavo fueron compañeros desde la escuela primaria en la Escuela Gral José de San Martín, donde ya eran noviecitos. El secundario lo hicieron en el mismo edificio; Gustavo a la mañana en el Comercial “Domingo Silva” y Liliana en el Comercial “Juana del Pino”, y seguían siendo novios. Liliana era “la piba más linda del barrio”.

El “Gordo”, apodo que tenía en el barrio por ser corpulento a diferencia de tantos adolescentes flacos, era arquero, buen arquero, llegó a jugar en la reserva de Gimnasia y Esgrima del barrio de Ciudadela. Y tenía pasión por el fútbol. Ya en 1976, estando clandestino llegó sin avisar, acompañado por otros compañeros de militancia para jugar un partido en la canchita de Independiente.

“Su hermano mayor, Fito, le enseñó a jugar ajedrez. Y Gustavo aprendió, llegó a ser campeón juvenil de la Asociación Santafesina, fue primer tablero del Comercial, pasando el ajedrez a ser lo único en que le podían ganar a la Escuela Industrial en esos años”, dice un amigo.

A los catorce, -coincide la madre-asistía al Comercial “Domingo Silva”, y era un alumno brillante, sus promedios nunca fueron menores a ocho cincuenta. Por entonces descubrió el ajedrez. Esta actividad la compartió con su hermano a quien lo unía un gran afecto. Se apasionaban sobre el tablero. Juntos eran imbatibles.

Comenzó a jugar en el Club Unión, luego en el Centro Balear, para pasar al Centro Sirio Libanés al que concurría todos los viernes. Con el hermano se apasionaban, y estaban horas jugando. Ambos lo hacían muy bien y se destacaban donde fuera que jugaran, eran muy unidos En el 72, como representante de la Federación Santafesina, ganó el derecho de participar en el certamen argentino. También su escuela lo envió como delegado a un match organizado por la radio universitaria: un ajedrez viviente. Fue premiado y junto con otros dos participantes más viajó a Mar del Plata para participar en el “Torneo abierto Ciudad de Mar del Plata”. Un diario de la ciudad, “Nuevo Diario”, se encargó de cubrir los gastos de inscripción.

Toda esta experiencia le abrió nuevamente las puertas de su escuela primaria, esta vez, como profesor de ajedrez designado por el Ministerio de Educación de la Provincia. Siendo alumno secundario empezó a transitar el camino de la solidaridad que lo llevaría a la militancia política. Trabajo social, reuniones de discusión y estudio. Descubrir “los cómo y los por qué” de una realidad que abrumaba a los más débiles. Dice su mamá, y los amigos completan el relato diciendo:

“Allí comenzó a militar en el Movimiento de Acción Secundario (MAS), de la juventud peronista. Gustavo tenía dos tesoros heredados de su padre: un libro que había escrito sobre el proyecto sanmartiniano y dos libros ilustrados de los planes quinquenales de Perón, tesoro escondido durante 18 años de proscripción que nos ayudó a los adolescentes de esos días a conocer ese país que añoraban los más viejos cuando los encontrábamos en cada barrio en los actos por el “Luche y Vuelve”.

Cuando llegó la hora de elegir una carrera universitaria, en 1974, se decide por la Facultad de Ingeniería Química. Eran tiempos de elecciones en los Centros de Estudiantes y Gustavo fue candidato a Secretario General de la lista “Azul y Blanca”, que representaba a la JUP.

En la Facultad alcanzó a rendir solamente ocho materias. “...la militancia le llevaba mucho tiempo, yo siempre protestaba por esto, pero él me aliviaba el enojo con sus mimos, porque era muy cariñoso...y un día me comunicó que abandonaba la Facultad porque su vocación era otra...luchar por los niños, los obreros, el país. Para mejorar la situación... y que si dejaba sus huesos en el camino sería feliz de hacerlo por estos objetivos...”, dice su madre.

El 4 de diciembre de 1974, se casa con su novia de toda la vida, Carmen Liliana Nahs, militante como él. Con gran alegría recibieron la noticia de que estaban esperando un hijo, vivían pensando en él, pero no pudo ser, nació prematuro y falleció a las pocas horas en diciembre de 1975. Eso lo marcó muchísimo, más que eso pasó cuando aquí, dónde ya se sentía inseguro y había decidido mudarse a Rosario, cosa que hizo el 1 de enero de 1976. Antes, renunció a su cargo en el Centro de Cómputos de la provincia al que había ingresado por concurso ya que se había recibido en Informática en el Colegio Inmaculada.

“En Rosario, sé que militaban, él y su esposa, activamente, arriesgándose en demasía. Allí hizo de todo, trabajó en el puerto, pintó paredes, lavó piezas en un taller mecánico. Se mudaban de pensión en pensión. Al final alquiló una casa en calle Rioja 5349.

Para entonces, ya trabajaba efectivo, en la fábrica “Irrospe”, en el sector de computación, y, con el grupo de compañeros de la fábrica solían reunirse a jugar al fútbol.

El 19 de marzo de 1977, por la mañana, sale de su casa para comprar cigarrillos y retirar un automóvil que había “heredado” y no vuelve más. El 20 me habla un amigo y me pide que el lunes viaje urgente a Rosario. Con mi hijo Rodolfo fuimos, recorrimos hospitales, comisarías, pero nada.

Volví y fui con una recomendación de un alto jefe de la policía local que había sido amigo de mi esposo, para, creo, el Jefe de inteligencia Guzmán (no estoy segura de su apellido). Este me recibe bien, me hace innumerables preguntas, me habla de “las caídas de montoneros” y me pide que regrese a la semana. Vuelvo, me tortura con un montón de historias y me dice que se va a comunicar conmigo en siete días.

Cuando me llama, me dice que tiene la seguridad de que cayó, en “un ajuste de cuentas entre montoneros” y que él, ya no tiene nada que hacer. Después, durante un largo tiempo, viajé cada quince días a Rosario, iba al Comando del Ejército, allí me atendía el Teniente Coronel Gonzáles Roulet, quien me pedía que volviera otra vez, hasta que un día no toleré su respuesta, le contesté mal, y me echó. Era mayo de 1978, más de un año que había desaparecido.

También con un cuñado (sub-oficial Principal) lo visité a Galtieri... con resultado indignante. A casi 30 años de su desaparición, la familia, los amigos y todos los que lo conocieron lo recuerdan con inmenso cariño. Era dulce, cariñoso, solidario.

A pesar de no haber regresado nunca a San Javier, su lugar de nacimiento, siempre decía: “soy indio ”...porque había nacido en uno de los días de reunión de las tribus: el 31 de Agosto y recitaba desde chico una estrofa de Julio Migno...” “Timbó, laurel, Curupí / Lindos ceibales en flor /Tierra de indio mocoví /San Javier donde nací / No hay otra tierra mejor.“

Plazoleta "Gustavo Bruzzone" en la intersección de Rivadavia y Ruperto Godoy, barrio de Villa María Selva, surgida en el marco de la primera sesión del Concejo Municipal en los barrios, a propuesta de la Secretaría de Cultura y Derechos Humanos de la Asociación Vecinal Unión y Trabajo, de Villa María Selva, con la creación de un espacio que lo recuerda con la instalación de tableros de ajedrez de uso público.

IDENTIFICACIÓN: En julio de 2014, el cuerpo de Gustavo fue identificado en el Cementerio La Piedad de Rosario; la investigación del Equipo Argentino de Antropología Forense comprobó que había sido trasladado a El Pozo, el centro clandestino de detención que funcionó en el ex Servicio de Informaciones de Rosario y cinco días después lo sacaron junto con otros dos detenidos, que fueron asesinados en calle Córdoba al 5600 simulando un “enfrentamiento”. Finalmente sus familiares, vecinos y compañeros pudieron acompañar sus restos hasta el Panteón de la Memoria del cementerio municipal de Santa Fe.

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