Los Trabajadores y Trabajadoras

“La historia prueba que la violencia está marcada a fuego en la tradición política argentina”[1], sostiene Larraqui, en una afirmación que se hace evidente cuando miramos la historia de los trabajadores y las clases populares argentinas.

El movimiento obrero en Argentina tiene sus raíces en el S.XIX, con la llegada de los inmigrantes llegaron también las ideas socialistas, anarquistas, sindicalistas. En aquellos años, los obreros que pretendían organizarse y reclamar por sus derechos, debieron sufrir la estigmatización de ser tratados como delincuentes, perseguidos, encarcelados, deportados…Quienes hoy añoran los esplendores del primer centenario ignoran las terribles condiciones de vida de los conventillos[2] en que se hacinaban las familias obreras en la ciudad, y la explotación a la que eran sometidos los obreros de las pocas pequeñas industrias existentes, los del ferrocarril o los peones, medieros, hacheros y chacareros, tal como lo refleja el Informe Bialet Massé (“El Estado de las Clases Obreras en el Interior de la República” de 1904).

Las luchas obreras y el desarrollo de sus organizaciones que permitieron ir alcanzando paulatinamente algunos derechos sociales fueron objeto de una represión que no respetó, ni a mujeres ni a niños. Basta con recordar la ley de Residencia, los acontecimientos de 1907, los de la Plaza Lorea el 1 de mayo de 1909 y podríamos seguir enumerando los acontecimientos de la Semana Trágica, de la Patagonia, los de la Forestal y tantos otros….. La misma política represiva que se replicará con enorme saña contra los nietos o bisnietos de aquellos luchadores, tanto en las acciones de “la fusiladora” como en las del terrorismo de Estado de los ´70.

“Tras el derrocamiento de Perón en 1955, el empresariado argentino no cejó en sus propósitos de revertir los avances políticos y sociales de la clase obrera. Las franjas más poderosas del empresariado consideraban que tanto el peronismo como los sindicatos más que adversarios políticos y sectoriales eran enemigos que debían ser eliminados.(..) comenzó una severa represión contra el gremialismo peronista (…) La estrategia del gobierno militar apuntaba a atomizar y debilitar al movimiento obrero. (…)

En un principio, el movimiento sindical experimentó un severo retroceso (…) comenzó lo que se conocería más tarde como “la etapa de la resistencia”, durante la cual las bases obreras y los dirigentes sindicales aparecieron unidos para resistir la ofensiva antilaboral de los años 1956-1958 (…)” [3]. Fueron años de proscripción y la violencia represiva, y del surgimiento de corrientes acuerdistas o “participacionistas” en el sindicalismo.

E programa obrero de Huerta Grande (1957), continuado en La Falda (1962) y 1° de Mayo (1968) se destaca porque introduce un nuevo discurso en el movimiento sindical argentino, señalando la necesidad de impulsar un proceso de "unidad nacional", y reconociendo la existencia y la legitimidad de otros actores sociales. El movimiento obrero se percibe entonces como desencadenante de un proceso mucho más amplio, mediante la incorporación de otros sectores sociales.

Al igual que en otros lugares del país, en la provincia de Santa Fe hay un agitado 1969. Cuando el cierre del Ingenio Arno aumenta el conflicto social en el convulsionado norte provincial, los reclamos comprometen a toda la población de la cuña boscosa. A la “Marcha del Hambre de los pueblos del norte”[4], se suman la CGT de los Argentinos; Ongaro y otros dirigentes nacionales y provinciales se hacen presentes, pero también están comerciantes, estudiantes y sacerdotes tercermundistas. Reprimidos a tiros por la Guardia Rural, la población toma la Municipalidad de Villa Ocampo, varios dirigentes sindicales son detenidos. Las protestas, ante la represión abarcan a todo el arco político, y expresan a muy diferentes sectores sociales.

En mayo, los reclamos por la privatización del comedor estudiantil en Corrientes, derivan en el asesinato del estudiante Juan José Cabral. Este hecho, dispara protestas masivas en las principales ciudades del país. En Rosario son asesinados Adolfo Ramón Bello y Luis Norberto Blanco. En las jornadas de protesta en Córdoba cae Máximo Mena. Estalla el Cordobazo.

Es en ese contexto en el que se forman diversas organizaciones que expresan los diferentes caminos por los que se trataba de producir el pretendido cambio de estructuras. Así, la antigua Juventud Obrera Católica, se transforma en A.S.A (Asociación Sindical Argentina). La continua organización y radicalización de las posturas sindicales va dando origen a la aparición de una nueva generación de activistas, delegados y militantes sindicales que forman agrupaciones, recuperan algunos sindicatos de manos de las dirigencias participacionistas, y van a constituir en 1973 la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), con gran extensión en todo el país.

Desde el Cordobazo se desarrollan también agrupaciones de izquierda y sindicatos clasistas (SITRAC y SITRAM en Córdoba, por ejemplo) que serán el cauce para la incorporación de nuevos militantes gremiales.

Tras el breve gobierno de Cámpora y Peron, el Partido Militar se reorganiza y las clases dominantes deciden dar el golpe más contundente a lxs trabajadorxs y los sectores nacionales y populares: la dictadura cívico-militar de 1976.

“Nuestra sociedad actual es resultado de la confrontación entre fuerzas sociales y políticas que se proponían diferentes modelos de organización nacional. En esta confrontación fue puesto efectivamente en cuestión el poder de nuestra clase dominante con un nivel de antagonismo intolerable para su sistema de dominación. Aquella respondió como lo que es: una clase poderosa que construyó su espacio nacional durante el siglo XIX a través de tres genocidios: el de los pueblos originarios, el del pueblo paraguayo, y el de quienes se opusieron a su modelo de nación. Durante el siglo XX lo defendió y fortaleció de la misma manera; aplicando el terror cada vez que fue racionalmente necesario para sus intereses.”[5]

[1] Larraqui, M “Marcados a Fuego” Aguilar. Bs.As.2009.pág.323

[2] En Bs As en el año 1904, existían 2.462 conventillos, habitados por más de 150.000 personas. Larraqui, M. “Marcados a Fuego”,pág.91. Aguilar.2009

[3] Rapoport, M. “historia Económica, política y social de la Argentina” Ed. Macchi. Bs.As.2000

[4] Ver Borsatti, Raúl “La Rebelión, aquella marcha del norte”, Ed. Del autor. Reconquista. 2007.

[5] Cullen, Rafael, ob.cit. pág. 280

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