Seguridad nacional y terrorismo de Estado
El Escuadrón Perdido, por José Luis D'Andrea Mohr.
Última actualización
El Escuadrón Perdido, por José Luis D'Andrea Mohr.
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Los orígenes de la Doctrina de la Seguridad Nacional
"[...] Las Fuerzas Armadas no se apartan de su misión específica si permanecen atentas a la situación real del país y detectan, como 'radar salvador', la presencia de los enemigos de la Patria sea cual fuere el lugar en que se ocultan."
El "americanismo" defendido por Toranzo Montero y el consecuente papel policial de las Fuerzas Armadas constituyeron teoría y práctica de la llamada "Doctrina de la Seguridad Nacional".
El comienzo del espanto
El 5 de febrero de 1975 fue dictado el decreto N2261 que dispuso: ”Ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán". Y ocho meses después el ámbito de la actuación militar fue todo el país, de acuerdo con el decreto del 6 de octubre de 1975, N9 2.772,
Importa a esta altura referirnos al "aniquilamiento": el aniquilamiento consiste en impedir que el oponente quede en condiciones de continuar la lucha. Naturalmente, durante el combate puede haber muertos y heridos. Pero continuar la agresión contra prisioneros se llama exterminio, y esta palabra no figura en manual alguno.
Puesto el Ejército a la cabeza para terminar con el accionar subversivo en todo el país, el general Videla declaró ante periodistas extranjeros, el 24 de octubre de 1975: "Si es preciso en Argentina deberán morir todas las personas necesarias para lograr la seguridad del país".
La primera directiva secreta
El 28 de octubre de 1975 fue dada la Directiva del Comandante General del Ejército, Nº 404/75 (Lucha contra la subversión). En octubre de 1975 ya tenía el Ejército bajo su autoridad a las fuerzas de seguridad y penitenciarias de todo el país, además de tener bajo su responsabilidad primaria todo lo referido a la lucha antisubversiva, por lo que los comandantes de Zona estaban por sobre toda otra autoridad militar de otras fuerzas.
Aquella primera directiva 404/75 de Videla fue complementada con la "Orden Parcial 405/76", del 21 de mayo de 1976, firmada por el general Roberto Eduardo Viola, jefe del Estado Mayor del Ejército. Por esa orden quedaron bajo control operacional de su arma casi doscientos mil hombres organizados y armados pertenecientes a las tres Fuerzas Armadas, policías Federal y provinciales, Prefectura, Gendarmería, servicios penitenciarios y delegaciones de la SIDE.
Como hemos visto, el oponente armado no pasaba, en ese momento, de 600 personas distribuidas en todo el país. Pero el enemigo era descrito por Videla de esta manera: "El terrorismo no es sólo considerado tal por matar con un arma o colocar una bomba, sino también por atacar a través de ideas contrarias a nuestra civilización occidental y cristiana a otras personas".
A medida que los centros clandestinos de detención se llenaban de prisioneros, en gran cantidad desaparecidos de acuerdo con testimonios de muchos de los casi diez mil sobrevivientes, los argumentos para insistir con la "lucha contra la subversión" - no la llamaban guerra en esos tiempos - comenzaban a carecer de un enemigo armado capaz de "tomar el poder" camas lo fue). Y ello se advierte en las sucesivas órdenes secretas porque cuanto menor es el oponente armado descrito en ellas más se agranda la cantidad de grupos sociales sobre los que había que mantener control y "depurar para extirpar el mal del marxismo".
El 17 de diciembre de 1976 el general Viola estampó su firma en dos reglamentos secretos impresos en el Instituto Geográfico Militar. Estos ejemplares fueron distribuidos solamente entre comandantes de zonas, subzonas, áreas y jefaturas y comandos de las otras fuerzas armadas, en el cual se destacan por ejemplo:
a) "Operaciones contra elementos subversivos" (R-C-9-1):
"4003 i): Aplicar el poder de combate con la máxima violencia para aniquilar a los delincuentes subversivos donde se encuentren. La acción militar es siempre violenta y sangrienta... El delincuente subversivo que empuñe armas debe ser aniquilado, dado que cuando las FF.AA. entran en operaciones no deben interrumpir el combate ni aceptar rendición.
4008: el ataque se ejecutará: a) Mediante la ubicación y aniquilamiento de los activistas subversivos. 4003: También se podrá operar en forma semi independiente y aun independiente, como fuerza de tarea.
5007: h) Las órdenes: como las acciones estarán a cargo de las menores fracciones, las órdenes deben aclarar, por ejemplo, si se detiene a todos o a algunos, si en caso de resistencia pasiva se los aniquila o se los detiene, si se destruyen bienes o se procura preservarlos, etc.
5013: Emboscada: esas oportunidades de lograr el aniquilamiento no deben ser desaprovechadas, y las operaciones serán ejecutadas por personal militar, encuadrado o no, en forma abierta o encubierta."
b) "Instrucciones para operaciones de seguridad" (RE-10-51):
"3002; 8) Elementos a llevar: capuchones o vendas para el transporte de detenidos a fin de que los cabecillas detenidos no puedan ser reconocidos y no se sepa dónde son conducidos.
3004: Los tiradores especiales podrán ser empleados para batir cabecillas de turbas o muchedumbres.
3021: La evacuación de los detenidos se producirá con la mayor rapidez, previa separación por grupos: jefes, hombres, mujeres y niños, inmediatamente después de la captura.
4004: Informantes: deberán ser inteligentes y de gran carácter y deberán tener una razón para serlo (creencia, odios, rencores, política, ideología, dinero, venganza, envidia, vanidad, etc.)."
Los dos reglamentos de los que se tomó la información antecedente permitían disparar sobre desarmados, robar niños separándolos de sus madres y la utilización de centros clandestinos de detención como lugares secretos para familiares de las víctimas. Además se utilizaba el término aniquilar como sinónimo de asesinar o exterminar y se oficializaba el saqueo.
Las cifras del terrorismo de Estado
En 1976 ya no había irregulares armados en cantidad y potencia de fuego significativas. Sin embargo, fue desde ese año cuando las desapariciones de personas y asesinatos de indefensos llegaron al extremo. La lectura de las cifras que vinculan la capacidad militar de la guerrilla con el número de desapariciones hasta el año 1978 da testimonio elocuente de que esto no fue una guerra sino una cacería.
Extractos tomados de: Del casco a la capucha- El Escuadrón Perdido, por José Luis D'Andrea Mohr.