Pepe Serra, junto a la clase trabajadora
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
José María Serra, el Pepe, nació en el año 1930 y a los 23 se ordenó sacerdote. En 1956 funda la Casa del Obrero Estudiante, la COE, residencia para jóvenes del interior que estudiaban y trabajaban. También, en esos años participa en la gestación de la Universidad Católica de Santa Fe, en la que se desempeñó como docente, sosteniendo firmemente la necesidad de una formación cristiana basada en la doctrina Social de la Iglesia y el Evangelio.
El 13 de mayo de 1961, una nota del diario El Litoral, informa de un acto obrero en la esquina de Gral. Paz y Salvador del Carril para celebrar los 70 años de la Encíclica Rerum Novarum, allí hablaron un dirigente ferroviario y el cura Serra quien dijo: «es un deber que tengo como sacerdote, luchar por la implantación de un nuevo orden de acuerdo al mensaje evangélico y a las enseñanzas de los Papas»(…) y continúa El Litoral: «más adelante calificó al actual régimen capitalista de injusto por oponerse a la naturaleza humana(..)» y termina diciendo (dice el diario) «el social-cristianismo brega por una auténtica revolución, la de la justicia social y la unidad de la clase trabajadora argentina»…
En 1963 viaja a Roma para estudiar la Licenciatura en Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Pontifícia, es la época en que está en pleno desarrollo del Concilio Vaticano II. A su regreso a Santa Fe retomó su actividad docente y sus tareas en los barrios humildes de la zona norte de la ciudad, a los que llevaba como ayudantes a sus alumnos del Seminario y a jóvenes universitarios. La idea era conocer la realidad barrial y junto a los pobladores buscar los medios para salir de la marginalidad en la que estaban. Satisfacer las necesidades básicas y analizarlas políticamente desde el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. En 1967 se conoce el Mensaje de los 18 Obispos del Tercer Mundo, Serra y otros 16 curas santafesinos entre los que se encontraban Catena, Leyendeker, Aguirre, adhirieron al documento. Dice Serra:
«Viví con esperanza el llamado del Concilio a una profunda renovación, que permitiera a la Iglesia saldar sus desencuentros y errores con el mundo, para que el Mensaje Liberador y de Salvación de Jesús llegara a todos los hombres y mujeres, creyentes y no creyentes (…) En este camino apareció el Mensaje de los Dieciocho Obispos, origen del MSPTM. Era el desafío para superar el mentiroso antagonismo entre el Este y el Oeste, desenmascarando la verdadera trágica antinomia entre el Norte desarrollado y el Sur subdesarrollado y dependiente. Era buscar que la Iglesia cuestionara, desde la fidelidad del evangelio, la tesis socio política del “occidente cristiano”, legitimadora de un sistema económico y socio político de dominación, para colaborar en un nuevo equilibrio mundial que posibilite el desarrollo autónomo y justo de los Pueblos del Tercer Mundo y que impida las guerras, para ingresar por los caminos de una paz verdadera, que al decir de Paulo VI “sea fruto de la justicia”.» J.M. Serra citado en «Cristo revolucionario» de L. Lanusse.
En el año 1969, en el norte santafesino, se agudizaba la crisis económica y social. Al cierre de ingenios azucareros se sumaba el de los talleres ferroviarios, las protestas no alcanzaban, aparece la idea de organizar una «Marcha del Hambre» desde los pueblos y ciudades del norte santafesino hacia la ciudad capital. En esta ciudad se organiza una comisión de apoyo a la marcha, José María Serra fue uno de sus integrantes. El 11 de abril, el mismo día en que partiría la marcha desde el norte, en Santa Fe marcha una columna de unas mil personas, integrada por estudiantes, obreros y pobladores del marginado cordón oeste, entre ellos estaban los curas tercermundistas y con ellos, Serra, quién también actuó como orador. Aunque la marcha sólo pudo llegar hasta López y Planes y Fray Cayetano Rodríguez, dónde fue ferozmente reprimida, tuvo un fuerte impacto en la sociedad.
Ya desde entonces, los Curas del Tercer Mundo eran cuestionados y calumniados por la prensa, el gobierno y la Jerarquía eclesiástica, acusados de subversivos, terroristas, guerrilleros. Ya en 1973, el convencimiento de que la oposición de la Jerarquía le impedía llevar adelante su vocación religiosa y política, llevaron a Serra, como a muchos otros sacerdotes a considerar la posibilidad de volver al estado laical. Ya fuera de la vida sacerdotal, se dedicó en la Universidad Nacional de Salta, en donde trabajaba desde cuatro años antes, a un importante trabajo educativo. La Universidad recibió a muchos militantes que se habían tenido que ir de Santa Fe, entre ellos Georgina Droz, cuya historia está en este libro.
En Salta, además de Decano de Humanidades fue docente de la Universidad, Secretario Gremial del Sindicato docente. Allí se casó con Mabel, y al poco tiempo, estando de viaje hacia Santa Fe, se enteran que habían allanado la casa de Salta, la COE y el Magisterio Católico. Perseguidos por la AAA, luego de pasar por diferentes lugares donde los protegieron amigos y familiares, debieron partir al exilio. La anécdota risueña es que Pepe salió camuflado como integrante de un grupo de tenis que iba a Brasil. Un poco raro que el Gordo Serra fuese tenista… ¡pero pasó!