Paiva la heroica, en la memoria
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
En la ciudad de Laguna Paiva se ubicaba uno de los mayores talleres de montaje y reparación de locomotoras del Ferrocarril Belgrano, adquiriendo entonces la actividad ferroviaria en esta localidad un carácter estratégico al ser la principal fuente de ingresos para la población (llegó a tener al finalizar los años cincuenta, algo más de 2400 obreros y empleados, sobre una población de 12.000), además de operar como canal de conexión y comunicación entre diversos puntos geográficos.
Durante la segunda mitad del siglo XX, el endurecimiento de las políticas económicas en materia ferroviaria generó una redefinición del lugar y función de los talleres en el sistema de transporte del país que se orientó a la industria automotriz. Este proceso comenzó fundamentalmente a partir de la aplicación del denominado “Plan Larkin” en 1961.
Como respuesta a estas medidas las seccionales de La Fraternidad (personal conducción de locomotoras) y Unión Ferroviaria (empleados y obreros) de Rosario (F.C. Mitre) van a la huelga general con el apoyo de la CGT regional desde el lunes 30 de octubre de 1961. A los pocos días de iniciada la huelga se dispone la movilización de todo el personal, presentándose un grueso destacamento de la Gendarmería Nacional, luego de haberse producido graves acontecimientos entre huelguistas y la policía. Laguna Paiva vivía los momentos más difíciles de su historia.
Durante el tiempo que duró la huelga, maquinistas, guardas, auxiliares, cambistas y todo el personal operativo, debieron abandonar sus hogares y refugiarse en casas de las afueras del pueblo o de algún familiar, ante la persecución de que eran objeto, pues se los detenía y obligaba a tomar servicio. En otros puntos del país también se registraban incidentes, pero los de Laguna Paiva acapararon la prensa nacional que los consideró como un movimiento insurreccional del pueblo en defensa de sus ferrocarriles.
El 11 de noviembre se produce un serio incidente entre la población y fuerzas policiales que custodiaban un tren que llegaba desde Santa Fe. Las mujeres de Laguna Paiva, en su mayoría esposas de los huelguistas, en un acto de arrojo, no permiten la prosecución de su marcha y comienzan a cubrir con durmientes sacados del lugar y llevados a pulso al sector de vías por donde pasaría el tren. Cuando el maquinista y los policías resuelven retroceder, otros durmientes colocados por detrás lo vuelven a parar, evitando así su retroceso o avance, recibiendo pedradas por parte la multitud enardecida.
Los policías comienzan a disparar sus armas desde el suelo produciéndose corridas y caen muchos heridos, dos de ellos de gravedad que mueren después por las secuelas: el obrero Abel Gómez y el foguista Orlando. A continuación, la misma gente logra apagar el incendio del tren que amenazaba propagarse a una formación de vagones que se hallaban cargados, procediendo a desengancharlos y empujarlos a mano, alejándolos del lugar, ante el inminente peligro de la voladura de la planta de oxígeno lindera a la entrada de los talleres. Mientras se seguían desarrollando los incidentes, el Policlínico Ferroviario de Santa Fe recibía a los heridos más graves de aquella dramática jornada.
Finalizada la huelga, el 10 de diciembre como resultado de la intervención del cardenal Antonio Caggiano, el gobierno llegó a un acuerdo con los gremios que representaban a los trabajadores del riel. Poco después se vería la llegada y el paso de vagones del Belgrano que, procedentes de distintos puntos del país, traían pintada la inscripción que calaría muy hondo en los lugareños: “VIVA PAIVA LA HEROICA!”
Ese, fue el clima en el que crecieron: Carlos Capella, Rubén Macor, Roberto Valeto, Enrique Corbacho Derotier y su hermano Oscar Corbacho Derotier.