Resistencia clandestina

A casi 40 años continuaos de vida democrática puede resultar difícil comprender la necesidad de la militancia clandestina durante las tres décadas previas.

Tras el derrocamiento del peronismo en 1955, la dictadura encabezada por Pedro Aramburu operó con un gran aparato de inteligencia: Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE), la Dirección de Informaciones Antidemocráticas, y creó la Dirección de Inteligencia de la policía bonaerense (Dippba). Todo lo referido a peronismo estaba prohibido, los sindicatos intervenidos, los movimientos de la militancia debían hacerse en forma oculta y la respuesta de la represión mostraba su brutalidad ejemplificadora en los fusilamientos de José León Suarez (1956)

Estos aparatos, junto a los propios de las Fuerzas Armadas, encabezaron la brutal represión contra la resistencia a la dictadura y trabajaron en la aplicación del Plan Conintes durante el gobierno de Arturo Frondizi. Los planes de lucha gremial eran secretos y las medidas represivas incluyeron el primer desaparecido: Felipe Vallese, delegado metalúrgico (1962).

Desde entonces el Ejército tuvo centralidad en el conjunto del sistema de inteligencia del Estado; basados en el enfoque de la doctrina contra-revolucionaria francesa y luego la estadounidense de Seguridad Nacional, formaron y especializaron grupos operativos para detener y torturar.

A partir de la dictadura de Onganía, al ser rebasada por la protesta popular se incrementa el rigor represivo en la confrontación: Santiago Pampillon, Hilda Guerrero de Molina, Adolfo Bello, Juan José Cabral, Luis Blanco, Máximo Mena, fueron muertos en movilizaciones.

Paralelamente surgieron los atisbos del terrorismo de Estado: el secuestro y desaparición de Marcelo Verd y Sara Palacio en San Juan (julio 1971), el asesinato de Silvia Filler en Mar del Plata (diciembre de 1971) por el grupo parapolicial Concentración Nacional Universitaria (CNU), la masacre de Trelew (agosto de 1972), el secuestro y desaparición de Angel Brandazza (noviembre de 1972).

Los y las militantes que eran identificados y perseguidos como enemigos sabían que no tenían garantías sobre sus vida e integridad, más de mil presos y presas políticas salieron en 1973 con la misma marca. Todo ello obligó a cientos de militantes a actuar en la clandestinidad, con sus organizaciones y sus nombres ya desde 1973.

El aparato represivo dirigido por el Ejército no se replegó, solamente se reorganizó para lanzar en menos de tres años el genocidio. Desde 1974 operando ocultos tras la forma de las AAA, y a partir de 24 de marzo de 1976 haciendo una práctica cotidiana de secuestros, asesinatos y desapariciones.

Muchos militantes o personas que se sabían perseguidas por sus posiciones políticas, buscaron preservar sus vidas recurriendo al exilio. Muchos emigraron hacia otros países de América o de Europa, otros, buscaron refugio en ciudades o provincias lejanas a sus lugares de origen e intentaron resistir a la dictadura desde la clandestinidad.

A Santa Fe llegaron decenas de militantes perseguidos desde otras ciudades y provincias, de la misma manera que decenas partieron desde aquí a otros lugares refugiándose en la clandestinidad. Esa misma clandestinidad era a la vez casi una condena a muerte en el caso de ser descubiertos.

El derecho a la resistencia

“Había un invasor que había trasvasado todos los límites. Jamás se valorizó y es hora que esta Justicia lo haga, el derecho a la resistencia. El derecho a defenderse de esta dictadura y de cualquier otra que incluye el derecho a las acciones armadas. Por supuesto, resulta dificultoso para muchas y muchos abogados que escriben alrededor de estos temas meterse con el tema de la violencia. Pero nosotros decidimos echar una mirada para ver cómo estaba todo en aquel momento. Existió el derecho a resistir a la dictadura, no sólo el que ejerció Montoneros sino el derecho de todo ciudadano y ciudadana a defenderse de la agresión, a pelear por una democracia clausurada por años”.

/ Alegato de Pablo LLonto en Juicio Contraofensiva montonera

“Me pregunté en un momento cómo se lucha contra una dictadura, ¿cuáles son las formas habilitadas y cuáles no cuando el que te mata es el Estado?(…) La dictadura argentina fue la más corta de toda América Latina y eso se debió no a Malvinas, sino a la tremenda resistencia obrera que hubo. (…) Habría que pensar los motivos por los cuales el pueblo tomó su derecho de defensa: los pueblos no tienen ganas de estar armados y salir a luchar. Tienen ganas de vivir, de comer, de educarse, de hacer cultura. Cuando a los pueblos se los oprime de determinada manera, uno podría pensar que hasta hay un mandato constitucional para defender los derechos que nos corresponden a todos, para defender la Constitución”.

/ Alegato de la fiscal federal Gabriela Sosti en Juicio Contraofensiva montonera

“Fuimos parte de una resistencia, aunque no la única. Fuimos un eslabón de un montón de hechos de resistencia: las Madres, familiares, los trabajadores… Yo no veía otro camino para mi vida que ese, entendía que había que combatir a la dictadura. Esa decisión me la termina de cerrar mi vieja. Muchos años después, durante el juicio, un compañero de Ligas Agrarias me contó que se encontró con mi vieja en Madrid y le dijo: ‘Mima, por qué no te vas a Francia, con tu hija, Alejandra’, y mi vieja le responde: ‘Algo hay que hacer para echar a los milicos’. Todos teníamos un convencimiento de lo que había que hacer”.

/ Gustavo Molfino, militante clandestino, sobreviviente.

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