INTRODUCCIÓN GENERAL
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
La Historia oficial argentina, la que a pesar de los cuestionamientos de los historiadores revisionistas, aún se continúa enseñando en muchas de nuestras escuelas, es una versión de la historia sobre la que miles, millones de niños construyen su idea de pertenencia a un destino común, de ciudadanía, de Nación, está basada en la historia escrita en el Siglo XIX por Bartolomé Mitre.
Esa historia “…ofrece una visión de nuestro pasado desde la óptica del bloque social dominante, (…) Mitre aseguró el predominio de sus ideas con la fundación (…) del diario La Nación (…) la clase dominante no sólo legitima su pasado, presentándose como la suma de las virtudes y adjudicándoles los horrores a sus enemigos, sino que se consolida políticamente y apuesta a perpetuarse en el futuro al someter a su concepción al resto del país, especialmente a los sectores más ligados a la cultura (la clase media)” .[1]
De esta manera, la Historia Oficial, escrita para legitimar y consolidar el triunfo de Buenos Aires sobre la Confederación, exalta a algunos y condena a otros, ignora las causas económicas, políticas y sociales de los enfrentamientos internos. Oculta que ya desde 1810, se perfilan dos proyectos de país enfrentados en un conflicto que perdura hasta nuestros días. Es que, con los lógicos matices y cambios políticos y sociales propios del devenir histórico, los problemas centrales de los siglos XIX, XX y XXI, continúan siendo los mismos, independencia, justicia y derechos sociales, distribución de la riqueza, libertad y democracia.
EL control hegemónico establecido por las armas y las políticas culturales, nunca logró imponerse completamente, fue cuestionado y enfrentado, con mayor o menor éxito en distintos momentos de nuestra historia. La lucha por derechos y mejores condiciones de vida fue la respuesta rebelde de los sectores populares contra el modelo de explotación y sometimiento. Se fueron conquistando derechos, pero la lucha siempre fue respondida con una represión muchas veces cruenta, y con políticas culturales de desprestigio.
“El proceso simbólico mediante el cual los dominadores legitiman su dominación es, en esencia, sencillo. Se trata de devaluar la cultura y el pensamiento de parte de la población, mientras ellos se colocan en la antinomia. Es así como el acto de minusvalorar las opiniones de los actores sociales populares permite y hasta solicita el acto consecuente de salvarlos de sí mismos. En la Argentina, el punto de vista antiperonista –que constituyó una cultura de clase- se apoyó en las antinomias “civilización contra barbarie”, “democráticos contra autoritarios”, “realistas contra populistas”, “modernos contra primitivos”, construyendo una inmensa segregación social. Cuando a esta se agregó la segregación política, el resultado fue la formación de una identidad de resistencia de los excluidos que construyó “formas de resistencia colectiva contra la opresión, de otro modo insoportable”.[2]
Frantz Fanon, revolucionario argelino, sostenía que el colono habla del colonizado en un lenguaje zoológico para negarle su condición de ser humano. A modo de ejemplo, decían que los pueblos originarios no tenían “alma”, ”total es sangre de gauchos” dirá Sarmiento, luego será el “aluvión zoológico”, “los cabecitas negras”, los negros, los grasas, la chusma y hoy “los planeros”.
Estas prácticas de desvalorizar al opositor se seguirán aplicando en las décadas de 1960-´70, tanto contra peronistas como contra la izquierda, tanto a unos como a otros se los acusa de subversivos, apátridas, criminales, corruptos, ajenos al ser nacional, del mismo modo como antes se lo había hecho con los caudillos federales, con los irigoyenistas, o con dirigentes obreros anarquistas y socialistas, los de la Semana Trágica, los de las Huelgas Patagónicas, los de la Forestal, los de la resistencia peronista y tantos otros.
Así, los jóvenes de los ´70 aparecen, en la prensa y discursos oficiales de la época, y actualmente en todos los discursos de la derecha, como los únicos responsables de la violencia política en Argentina dejando en el olvido hechos tan terribles como por ejemplo el bombardeo a Plaza de Mayo.
Es el trabajo por Memoria, Verdad y Justicia, de los organismos de Derechos Humanos, Madres, Abuelas, Familiares, HIJOS, el que impide el éxito y la consolidación de estas prácticas difamatorias. La difusión de la información correcta sobre los hechos y métodos empleados, la crueldad y magnitud del genocidio, del robo de bebes, de la verdad acerca de los asesinatos y torturas produjo un enorme rechazo social que se visualizó claramente en el masivo rechazo al “dos por uno” para liberar genocidas condenados y en la acción de la justicia, que desde el Juicio a las Juntas, y todos los demás juicios a los genocidas que aún se siguen desarrollando han demostrado la falsedad del relato dictatorial. [3]
Es a esa historia, la otra historia, la de los sectores populares a la que queremos aportar con este libro desde nuestro lugar de testigos y partícipes. Este no es un libro de Historia sino de Memoria, pero su comprensión, hace necesario que esa Memoria sea situada en tiempo y espacio, en su contexto histórico, la ciudad de Santa Fe, Argentina, en las décadas de 1960 y 1970.
Comprender los hechos de los años ´60/70, sin el facilismo de culpabilizar a una generación de violentos, requiere echar una mirada sobre los acontecimientos ocurridos a partir del gobierno de Perón y su derrocamiento. El peronismo, sobre la base de las industrias sustitutivas surgidas después de la crisis de los años ´30, puso en marcha un proyecto industrialista de tipo keynesiano, orientado a la generación de trabajo agregando valor a la producción primaria para liberar al país de la dependencia externa y buscar la justicia social. En pocos años el país alcanzaba un importante desarrollo industrial. La formación y desarrollo de fuertes sindicatos, de leyes y políticas sociales y los mayores salarios lograron mejorar notablemente los niveles de vida de los trabajadores. El país dejaba de ser una semi-colonia proveedora de materias primas para empezar a construir una Nación con un proyecto industrial que permitía integrar al conjunto de sus ciudadanos en el pleno uso de sus derechos.
El golpe militar de 1955, que reemplaza al legítimo gobierno de Perón por una dictadura eufemísticamente denominada “Revolución Libertadora”, cuyo sangriento accionar se inicia con el bombardeo a Plaza de Mayo, fusilamientos y cárcel para los opositores, significó la destrucción de ese proyecto. Con la vuelta de políticas económicas liberales que incluían el ingreso de Argentina al FMI (1956) se iniciaba un camino a través del cual, dos décadas después, (1976) otra dictadura, continuará la destrucción del aparato industrial para reemplazarlo por un modelo de libre comercio, valorización financiera, pobreza estructural y represión.
A partir de la imposición del proyecto antipopular del 55, junto con la represión al peronismo y la consecuente pérdida de derechos socio-políticos, una trama de odio y violencia condicionó la vida política argentina con la alternancia entre dictaduras militares y la ficción de “gobiernos constitucionales”, débiles por las circunstancias de su origen: elecciones en las que el partido mayoritario estaba proscripto. Fueron los años en los que la distribución del ingreso comenzó a ser desfavorable para los trabajadores que van perdiendo las condiciones de vida logradas durante la etapa peronista, años en los que se inicia la resistencia peronista, años en los que la conflictividad social y la represión eran una constante.
En los ´60, el ingreso del capital extranjero agrava el control imperialista sobre nuestra economía. La radicación de empresas multinacionales, conduce al surgimiento de importantes agrupamientos fabriles en zonas como Córdoba o el corredor industrial que se establece a lo largo del Paraná. La gran concentración de obreros en estas regiones dará lugar a la formación de poderosos y combativos sindicatos. Una situación que a partir de 1966, cuando el Gral Onganía al frente de la “Revolución Argentina” impone políticas neoliberales y se acentúa el deterioro de la situación social provoca una gran conflictividad en el sector obrero, pero también en las clases medias.
En la ciudad y provincia de Santa Fe, bajo los gobiernos de Sylvestre Begnis y Aldo Tessio, se emprendieron importantes obras de infraestructura y comenzaron a instalarse grandes industrias como DKW y Fiat, empezando a cambiar su perfil de ciudad administrativa y conservadora. Al mismo tiempo, crecía la población de los barrios marginales, un cordón de pobreza que rodeaba la ciudad en el que se refugiaban numerosos migrantes desplazados por la crisis de las industrias regionales y del agro del norte santafesino y provincias linderas. En esos barrios, trabajaban los curas obreros (Catena, Silva, Büntig, entre otros) que eran acompañados por alumnos de colegios públicos y privados, y jóvenes universitarios, que de este modo se iniciaban en la militancia social. Posteriormente, estos jóvenes estudiantes, nucleados en organizaciones políticas, trabajarían desde las mismas en la mejora de las condiciones de vida (saneamiento, apertura de calles, construcción de ranchos y escuelas) y formación política de líderes barriales.
Eran hijos de la clase media o de sectores obreros especializados que gozaban de un relativo bienestar y podían disfrutar del acceso a la cultura y a las Universidades, en las que las políticas sociales que aún se mantenían vigentes (ingreso irrestricto, gratuidad, comedores y residencias estudiantiles) les permitían acceder a los estudios superiores junto a jóvenes de otras provincias o de países limítrofes. Esa convivencia entre estudiantes de diferentes orígenes socio culturales hizo posible una comprensión más plena de la realidad social Argentina y regional.
En la escuela secundaria y en las universidades se desarrollaban apasionados debates sobre política e historia nacional. Los docentes no debían preocuparse por estimular el interés de sus alumnos sino en responder a sus inquietudes y cuestionamientos. Todo era cuestionado y entraba en discusión, desde los contenidos curriculares, la historia tradicional o el objetivo de las ciencias. Se leían obras de pensadores nacionales y de otros que como Teilhard de Chardin o el obispo Elder Cámara, junto con la relectura de Marx y los clásicos del marxismo y una nueva interpretación de los Evangelios desde nuestro continente a la luz del Concilio Vaticano II y la Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín, eran signos de los profundos cambios culturales de la época.
El movimiento obrero desde 1955 a 1976 recorrió un camino de acciones importantes, crecimiento en organización y nuevos métodos de lucha, nuevas camadas de trabajadores y dirigentes combativos, acciones directas en las calles, tomas de fábricas. La situación se irá agravando en la medida que aumenta el deterioro de la situación social y económica, aumentan las protestas sociales y sindicales, siempre respondidas con represión y encarcelamientos.
“La ofensiva se descargó, en un principio, sobre los trabajadores… otros sectores sociales sufrieron los efectos de la modernización económica. Los comerciantes, las pequeñas y medianas empresas, los funcionarios y empleados del sector público, los agricultores y finalmente los grandes productores rurales padecieron las consecuencias de una política económica tendiente a favorecer a la gran industria y la inexistencia de mecanismos representativos que permitieran su canalización creó las condiciones para un estallido popular.”([4])
Pocos días después de ocupar el gobierno, Onganía interviene las Universidades y anula la autonomía universitaria y el gobierno tripartito, lo que junto con la intervención policial conocida como “la Noche de los Bastones Largos” provoca la reacción estudiantil, en septiembre de 1966 cae herido de muerte el estudiante de la Universidad de Córdoba Santiago Pampillón. En mayo de 1969, el Interventor en la Universidad Nacional del Nordeste decide la privatización del Comedor Universitario de la UNNE, un hecho aparentemente menor enciende la chispa que incendiará el país. Esa medida, acorde con la idea neoliberal de la necesidad de achicar el Estado y que la Universidad fuese sólo para quienes la podían pagar, provoca una fuerte reacción de los estudiantes de la Universidad Nacional del Nordeste. Las organizaciones estudiantiles, con el apoyo de los sindicatos, los sectores medios y la Iglesia, reclaman la renuncia del Interventor de la Universidad y la revisión de la medida. El asesinato durante una manifestación, del estudiante Juan José Cabral, 15 de mayo, provocó la indignación general de la población, desencadenó una serie de protestas en todo el país en las que cayeron otras víctimas, como Bello y Blanco en Rosario y que culminaron en el Cordobazo.
El estallido social del año 1969, protagonizado mayoritariamente por obreros y estudiantes, fue la lógica consecuencia de las políticas de la dictadura militar. Muchos de sus protagonistas eran jóvenes, que por pertenecer a una generación que había nacido y crecido entre dictaduras, en un país dividido por un odio político que justificaba toda acción antiperonista, carecían de toda experiencia democrática y descreían de ella.
La ciudad de Santa Fe, no fue ajena a estas convulsiones, marchas y movilizaciones gremiales y estudiantiles, reclamos barriales que se unían o surgían ante diversos problemas puntuales, como por ejemplo el de los productores de azúcar del norte provincial, los reclamos estudiantiles y gremiales agitaban la ciudad. Aunque en estos hechos el mayor peso recae en el movimiento obrero, en la ciudad de Santa Fe, por su carácter de ciudad administrativa y universitaria, los sectores estudiantiles tuvieron gran importancia.
DIce Norberto Galasso “en algunos hechos, como el Cordobazo, la participación de los trabajadores ha resultado importante, pero, en otros, el hecho nuevo está dado por la creciente movilización de los sectores medios, tanto en las concentraciones, como en la gestación de las guerrillas.” (…) en este proceso de nacionalización y radicalización de los sectores medios han jugado factores internos y externos. Entre los internos, debe señalarse que dichos sectores vivieron, en ese cuarto de siglo, experiencias diversas, la mayoría frustrantes, lo cual explicaría que junto al descenso en el nivel de vida producido por la política económica de Krieger Vasena, hayan entrado en la crisis también desde el punto de vista de su fe en las instituciones y en los políticos, es decir, en el sistema democratista que, con hipocresías, tergiversaciones y deformaciones, rigió en esos años.”
Estos acontecimientos están enmarcados en un contexto internacional que surge al finalizar la segunda guerra mundial, la división del mundo en dos bloques enfrentados, el llamado mundo occidental o capitalista encabezado por Estados Unidos y el bloque Socialista centrado en Rusia, es lo que conocemos como guerra fría, en la que de una u otra manera se vieron envueltos todos los países. Es en ese período en el que se produce la independencia de los países coloniales de Asia y África, las guerras de Argelia y Vietnam, el movimiento hippie, el Mayo Francés y fundamentalmente el triunfo de la revolución cubana. Por otra parte, la Iglesia Católica que, bajo el papado de Juan XXIII, inaugura en 1962 su Concilio Vaticano II, produce una profunda renovación en el seno del catolicismo. Entre esos cambios, destacan aquellos que promovían una nueva interpretación de los Evangelios. En Latinoamérica, esa interpretación va a centrar la mirada en los problemas sociales.
Los jóvenes se han convertido en actores protagónicos que se rebelan contra un mundo que no les da respuesta, rechazan el consumismo y militan por la paz, rechazan los valores y estructuras del mundo burgués. En América Latina, se entiende que la paz es imposible sin justicia y que la injusticia social y la violencia con la que la imponen los sectores hegemónicos justifica la rebelión y la violencia de “los de abajo” y en ello coinciden los jóvenes católicos y los de izquierda. El hambre y la miseria son intolerables, pero la violencia dictatorial las perpetúa.
Es en ese marco nacional e internacional, en el que hay que comprender la extraordinaria movilización y politización de los ´70, en el que personas provenientes de muy distintos sectores sociales, se plantearon la necesidad de un cambio de las injustas estructuras que condenaban a la miseria a amplios sectores sociales, la revolución aparecía no sólo como posible sino como estrictamente necesaria e inminente.
Los acontecimientos del año ‘69, marcan un punto de inflexión. Desde este momento la “Revolución Argentina” está en retirada, la organización popular en avance. Aunque hubo intentos anteriores (Uturuncos y Taco Ralo), es a partir del Cordobazo que aparecen distintas organizaciones guerrilleras. Las más importantes fueron: FAP, FAR, Descamisados y Montoneros de origen católico y peronista, a esta organización se sumarán luego las primeras. Desde la izquierda no peronista surgen, las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), Poder Obrero (OCPO/PO) y el ERP, Ejército Revolucionario del Pueblo, brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) de orientación guevarista.
A partir de ese momento la politización, sobre todo entre los jóvenes, es masiva. Esa movilización reconoce dos grandes corrientes, la de los que sueñan con la revolución en clave peronista y la de orientación marxista. Tanto unos como otros planteaban no sólo el cambio social, sino el cambio personal, la construcción de una sociedad justa necesitaba del “hombre nuevo”, personas auténticas, honestas, ajenas a los intereses individualistas, capaces de pensar en el otro, de pensar en profundidad pero también de sentir, personas que actuaran y sintieran tal como pensaran; como diría el Che: “capaces de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo.” El militante debía luchar por ser siempre mejor persona, siempre en todo momento y lugar, en todas las relaciones de su vida.
A Onganía le suceden en el gobierno los generales Levingston y Lanusse, en un clima de creciente oposición y continuo desarrollo de las guerrillas. Las cárceles se llenaron de presos políticos, muchos fueron trasladados al penal de Rawson, en la provincia de Chubut. En agosto de 1972, los presos logran tomar el penal y se produce la fuga de los principales jefes, 19 prisioneros que no habían podido acceder al avión que condujo a Chile a sus compañeros, se entregaron y fueron asesinados en la base naval Alte. Zar, de Trelew el día 22. En ese grupo de combatientes fusilados estaban tres jóvenes de nuestra ciudad: Jorge Ulla, Ricardo Haidar y Carlos del Rey. Posteriormente Ricardo Haidar, Alberto Camps y María Antonia Berger que lograron sobrevivir a la masacre y dieron testimonio de ella, fueron asesinados por la dictadura de Videla.
Trelew señala un quiebre importante en las prácticas represivas y podría ser considerado como el primer acto de terrorismo de Estado. A partir de este momento se hizo evidente que la dictadura no podría sostenerse por mucho tiempo más. Lanusse se ve obligado a convocar a elecciones, la juventud Peronista lanza la campaña del “luche y vuelve” a la que la juventud se incorpora masivamente.
El 25 de mayo de 1973, en medio del entusiasmo popular, Héctor Cámpora asume la Presidencia de la Nación, primer presidente elegido democráticamente, después de 18 años de proscripción del peronismo. Esa noche son liberados miles de presos políticos que poblaban las cárceles y comenzaba un período llamado posteriormente “primavera camporista”.
Por un brevísimo período, se vivió un ambiente de libertad, de creación, de proyectos, de futuro y de sueños, el cielo estaba en las manos de los luchadores populares, hasta que el 20 de junio de ese mismo año, desde el palco oficial donde se esperaba el arribo del general Perón a la patria, y ante lo que parecía iba a ser la mayor fiesta popular después del 17 de octubre de 1945, la derecha peronista hizo saber que la fiesta había finalizado y el horror comenzó.
Posteriormente tras la renuncia de Cámpora, hay nuevas elecciones y triunfa la fórmula Perón-Perón. Después de la muerte de Perón el 1 de julio de 1974, la influencia de López Rega y la extrema derecha son cada vez mayores. Mientras la inflación se descontrolaba y el salario perdía valor día a día, la reforma económica de corte neoliberal del ministro Celestino Rodrigo, “el rodrigazo”, produjo una brutal devaluación. La reacción obrera fue enfrentada por la acción de grupos parapoliciales y paramilitares como las tristemente célebres AAA (Alianza Anticomunista Argentina). Dirigentes políticos, gremiales, estudiantiles, sacerdotes, militantes sociales, obreros, van a ser asesinados. Según la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CoNaDeP), entre 1974 y 1976, estos grupos, asesinaron a más de 450 personas. A comienzos de 1975, un decreto del gobierno de Isabel Perón ordena la intervención del ejército en Tucumán, donde actuaba la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), para “neutralizar y aniquilar la acción de los elementos subversivos”. En febrero los militares crean en Famaillá el primer centro clandestino de detención, “La escuelita”. En agosto asume como Comandante en Jefe del Ejército el General Videla. A fines de ese año, después del desastre de Monte Chingolo y su derrota en Tucumán el ERP, estaba derrotado. Montoneros había pasado a la clandestinidad y muchos de sus miembros encarcelados.
La dictadura que se instala a partir del 24 de marzo de 1976 tenía claros objetivos económicos, acordes a los dictados del neoliberalismo. Los años ’70, fueron también los años del avance en el contexto internacional de las ideas y políticas neoliberales. Esta corriente cuyo desarrollo teórico iniciado en la década de 1930, sostiene la libertad de mercado, la desregulación económica, el achicamiento del Estado, la privatización de las empresas públicas y la reducción del gasto público. Es una teoría que se aplica plenamente primero en el Chile de Pinochet (1973), después será el turno de Videla (1976) en Argentina y seguirán Inglaterra con Thatcher (1979-90) y en EEUU con Reagan (1981-89) .
Ese plan económico, que destruyó el tejido económico-social argentino, sólo pudo ser aplicado con la persecución política y el terrorismo de estado. Prueba de ello es que la mayor parte de las víctimas de la dictadura son dirigentes gremiales, delegados de fábrica o simples obreros que reclamaban sus derechos. La resistencia y la fuerte oposición de diferentes sectores sociales a las políticas económicas neoliberales del onganiato habían demostrado que era imposible aplicarlas sin romper la resistencia obrera y popular, de ahí la aplicación de la teoría del enemigo interno, que ya desde los años 50 se difundía entre las fuerzas armadas, como sostiene la francesa Marie Monique Robin[5], los militares argentinos, ya desde fines de los 50, participaban de los cursos de formación para la guerra antiguerrillas en Francia y Argelia, incorporando así lo que era una forma de lucha de un país colonial contra aquellos que peleaban por su independencia. Esa formación militar será completada por la de la Escuela de las Américas en la que el capitalismo norteamericano formaba quienes serían defensores de sus intereses económicos y políticos en su “patio trasero”. El ejército argentino va a actuar contra la propia población como lo haría una fuerza de ocupación extranjera.
La periodista francesa Monique Robin que entrevista al Gral. Balza[6] le pregunta: ¿Cómo se llega a eso?, Balza responde: “…yo diría que fue un cóctel político, ideológico, militar y religioso, el que engendró el régimen más criminal de nuestra historia….la enseñanza dispensada por los militares franceses a partir de los años 50 fue fundamental….aportaron una concepción nefasta y perversa, que literalmente envenenó el espíritu de los oficiales de mi generación: la del “enemigo interior”…interiorizamos el hecho de que el enemigo contra el que debíamos batirnos era nuestro propio conciudadano: con el que estábamos a punto de almorzar, el profesor de nuestros hijos o nuestro vecino; en resumen, todas aquellas personas cuyas ideas nosotros no compartíamos, y que podían tener de lejos o de cerca, afinidades con el comunismo, presentado como el mal absoluto, o con el peronismo, considerado como un subproducto del primero…”.
En marzo de 1977, Rodolfo Walsh, escribía, la Carta a la Junta Militar y decía:
“.. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror…” “...han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina. ..”
“Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio…”
“….muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de "cuenta-cadáveres" que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam.”
“…estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.”
“En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales. Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9% prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.”
“…Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, … enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la ´racionalización´”.
A partir de 1976, los dueños del poder hegemónico, arrasaron el país, masacraron una generación e hicieron sus negocios imponiendo el modelo neoliberal que la resistencia popular había hecho fracasar, durante la dictadura anterior. El saldo fue que la pobreza pasó del 4% al 37% y se estatizó la deuda privada. La reacción y resistencia popular hicieron que la dictadura reaccionara ante su evidente decadencia tratando de recuperar poder apelando a una sentida causa nacional: Malvinas. Sacrificando en el altar de sus intereses a otra generación de jóvenes argentinos.
Desgraciadamente, a caída de la dictadura no significó el fin del neoliberalismo, ya que luego en democracia, aplicando políticas económicas neoliberales, y engañando al pueblo, lo completaría Menem entregando las empresas del Estado y luego reimplantaría Macri endeudando al país a límites insostenibles. Hoy seguimos viviendo las consecuencias de aquellos males.
Las historias que contiene este libro nos cuentan quienes fueron algunos de esos hombres, mujeres y niños, generosos, idealistas y patriotas que soñaron y lucharon por un mundo mejor, resistieron las dictaduras, defendieron los intereses populares y fueron asesinados por la dictadura genocida.
Las historias que contiene este libro nos cuentan quienes fueron algunos de esos hombres, mujeres y niños, generosos, idealistas y patriotas que soñaron y lucharon por un mundo mejor, resistieron las dictaduras, defendieron los intereses populares y fueron asesinados por la dictadura genocida.
[1] Galasso, N. Historia de la Argentina. Pág 83
[2] Salas, Ernesto, Uturuncos.El origen de la guerrilla peronista. pág. 24.Ed Biblos.
[3] En 2017 la Corte Suprema, con los votos de Rosatti, Rosenkatz y HIghton dictó un fallo beneficiando a genocida para que obtenga su libertad
[4]Rapoport, Mario. Historia política, económica y social de la Argentina. Ed. Macchi. P.617-618]
[5]Robin, M. M., “Escuadrones de la Muerte. La Escuela Francesa.” E. Sudamericana, Bs. As 2004.
[6]